Este artículo se lo dedico a mi querida amiga Elvia quien, en el gozo de sus noventa años, sigue salvando sus días y los de las personas que la queremos, con su escritura.

 

El hermano Roger (1915-2005), fundador de Taizé, comunidad monástica ecuménica en Francia, escribió en uno de sus diarios: “¿Por qué los momentos felices se olvidan tan fácilmente como si no hubieran existido?” Después de esa pregunta concluye: “Anotarlos no es tiempo perdido”.

Esto me hace pensar en el escribir como un acto salvífico, sobre todo cuando se busca plasmar actos de bondad, belleza, verdad y unidad que se presentan en nuestra vida. Normalmente eso ocurre en lo más simple y cotidiano. Por eso es importante estar atentos y aprender a vivir en el asombro. El hombre actual está acostumbrado a ver sólo lo malo o a creer que todo es malo. Cuando te vuelves capaz de ver lo bueno y lo escribes, te das cuenta de que eso que escribiste puede salvarte más adelante y llevarte a entender tu vida como un conjunto de bendiciones que agradecer.

Tres autores me han enseñado a darle ese sentido a la escritura, especialmente a la de un diario. El primero es el sacerdote jesuita y paleontólogo francés Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955). En sus diarios y en las cartas que escribió a su prima Margarita cuando era camillero durante la Primera Guerra Mundial, fue narrando experiencias difíciles, siempre cargadas de esperanza, de reconocimiento de las bondades que iba percibiendo y del descubrimiento del papel primordial de Jesús en la vida cósmica. De esa génesis de su pensamiento surgirían obras increíbles como el Medio Divino, el Himno del Universo, el Corazón de la Materia y el Fenómeno Humano. Un 10 de Julio de 1916 escribió a su prima: “El frente parece extraordinariamente tranquilo, lo cual nos hace prometernos una estancia en primera línea poco movida… Es bueno pensar que uno es el canto dorado en medio del Océano Divino… Todo lo que de nosotros mismos se pierde en actos de servicio, es una ganancia sólida, una parte de nuestro ser puesta definitivamente a buen recaudo. ¿Has intentado fijar por escrito, cuando te vienen a la mente, las luces que de vez en cuando nos hacen ver claramente y asimilar algunas verdades fundamentales? Poco a poco se va dibujando de este modo la fisonomía que Nuestro Señor trata de dar a nuestra alma. Por el pequeño esfuerzo de la redacción, la luz entrevista se precisa y se concentra bajo una forma que, quizá más tarde, no sabríamos darle… Siempre he sentido una especie de bienestar anotando las etapas, incluso las más insignificantes de mi vida interior.”

El escritor Ernst Jünger (1895- 1998) experimentó algo parecido durante la Segunda Guerra Mundial. Estuvo en Paris. Siendo alemán fue rechazado por el régimen nazi por sus duras críticas. Sus diarios, como observador desde diferentes lugares en la guerra, muestran aspectos muy delicados de la belleza de la gente sencilla, de sus lecturas, de los jardines, las carreteras, las obras de arte escondidas o rescatadas, los insectos (era entomólogo) y las plantas. Lo sencillo salvó su espíritu en tiempos violentos y de desesperación. Frases de él para reflexionar son:

  • “El fruto de dos guerras fue para mí un escrito sobre la paz”.
  • “Hace mucho que tuve claro que una frase lograda era más importante que una batalla ganada”.
  • “Entretanto, cada día es un regalo”.
  • “A la postre, todas las cosas son milagro. Sólo se diferencian por la profundidad de nuestra mirada o de la perspectiva”.

Henri Nouwen (1932 – 1996), autor de El Regreso del Hijo Pródigo, también invitó a salvar el día usando palabras: “Escribir puede ser una verdadera disciplina espiritual. Escribir puede ayudarnos a concentrarnos, a entrar en contacto con los movimientos más hondos de nuestros corazones, a clarificar nuestras mentes, a procesar las emociones que nos confunden, a reflexionar sobre nuestras experiencias, a dar una expresión artística a lo que estamos viviendo o a almacenar en nuestra memoria los acontecimientos más significativos”.

En un contexto más actual, yo estoy fascinada con la creación de una instalación, en este tiempo de pandemia, por parte de mi hermana Alejandra. Ella es arquitecta y maestra en historia del arte. Una instalación es un tipo de arte contemporáneo en el cual el artista utiliza, como parte de la composición, el propio medio (como paredes, piso, luces) además de objetos diversos. Ale colocó tiras de papel en las paredes de la escalera de su casa e invitó a sus hijos y esposo a poner por escrito o en dibujos, sus experiencias, sentimientos y crecimientos, todo el tiempo que durara la pandemia. Alejandra me ha ido compartiendo lo que fueron apuntando y que les ha servido como un pilar de salvación para hacer más llevadera, y a veces hasta divertida, la incertidumbre y el encierro. Ellos han podido ver claramente que también han tenido instantes maravillosos que nunca olvidarán por haberlos anotado. Esa instalación ha sido como llevar un diario de familia.

El llevar un diario, o el anotar la nobleza de lo vivido en el día a día, es un recurso que nos abre a mayores bondades y bendiciones, porque estamos centrando nuestra atención en la vida, en la alegría, en el amor y en la gratitud. Ideas que vale la pena anotar son: Bendiciones recibidas, momentos especiales vividos en familia o con amigos, sorpresas, descubrimientos, preguntas que surgieron en tu interior, lecturas provechosas, agradecimientos, llamadas a personas queridas, oraciones, logros que te motivaron, sueños, actos de generosidad, música que te alegró el día, paisajes que te emocionaron, sacramentos recibidos, celebraciones, reencuentros, lecciones para no olvidar…

Recuerda las palabras del Hermano Roger: “Anotar los momentos felices no es tiempo perdido”.

 

VOCES EN EL TIEMPO

MARTHA MORENO.

Mayo 2021

AMDG