Gracias a la tecnología actual, pude presenciar el 29 de septiembre, a distancia, la beatificación de Ana de Jesús (Ana Lobera Torres), carmelita y fiel colaboradora de Sta. Teresa de Ávila. A Ana le tocó la tarea de salir de España y fundar monasterios en Francia y en Bélgica. Gracias a ella se conservan los escritos de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. La ahora beata, Ana de Jesús, vivió en el siglo XVI. Ya pasó mucho tiempo y por eso me pregunto: ¿Por qué ahora o por qué hasta ahora? Me llena de alegría el pensar que esa espera corresponde al plan de Dios y a la necesidad de nuestro tiempo de una santa como Ana, que fue valiente, obediente, humilde y servicial. Ella terminó sus días en el Carmelo de Bruselas y es ahí donde el Papa la beatificó: en un país muy necesitado de ejemplos de vida auténtica en Jesús, de compromiso con la vida, la familia y la Iglesia.
Reflexionando en los tiempos de Dios, me viene a la mente el beato Pier Giorgio Frassati, que muere justo antes de terminar su carrera de ingeniería en minas, en el año 1925. Estamos invitados a descubrir el don de este entusiasta piamontés, que debería ser el mejor amigo de tantos jóvenes de hoy, que se desenvuelven en ambientes donde reina el vacío, la confusión y la falta de fe, dentro de un mundo digital que los absorbe.
El año pasado, mi esposo y yo viajamos a Turín a la graduación de maestría de nuestro hijo mayor. La ceremonia fue en el Politécnico de Turín, misma universidad en donde estudió Pier Giorgio. En la Catedral nos detuvimos frente a la tumba de este joven beato a encomendarle a nuestros hijos. Pier Giorgio está incorrupto. Su ejemplo de hijo, hermano, amigo, estudiante, servidor de los enfermos y necesitados, líder de jóvenes, católico comprometido, montañista y hombre de virtud, vale la pena ser conocido e imitado. Era muy grande su cariño a la Virgen María, a quien visitaba en los santuarios de la Consolatta y Nuestra Señora de Oropa. Él se estaba preparando con gran ilusión para asistir al jubileo del año 1925, en Roma. A finales del mes de junio de ese año, se enfermó de gravedad y falleció de polio el 4 de julio. Como todos en su familia estaban atendiendo a su abuelita que estaba en agonía, nadie se percató de que él se estaba enfermando y viviendo sus últimos días en la tierra. No quiso preocupar a su mamá. Los médicos de Pier Giorgio sospecharon que se contagió mientras visitaba enfermos. Su hermana Luciana escribió la historia de su última semana de vida. Ella detalló cómo, en su muerte, todos en su familia descubrieron quién era realmente su hermano: todas sus obras de caridad y la profundidad de su sentido de vida centrado en Cristo.
Pier Giorgio amaba las montañas. Desde muy pequeño acostumbró a ir con su familia y amigos a largas excursiones. Un ejemplo, que nos muestra su vida en Dios, ocurrió cuando tuvo que cancelar la subida al Mont Blanc porque uno de sus tíos se puso grave. Estas son palabras suyas guardadas en una de sus cartas: “Aunque no soy digno, pude ser un instrumento de la Divina Providencia, junto a mi madre y a una monjita, porque pude ayudar a mi tío a decir sus últimas oraciones. Créanme que cuando recibió a Jesús en la Sagrada Comunión, lágrimas de alegría unidas a las de dolor, bajaron por mi rostro… Creo que la vida debería ser una continua preparación para la siguiente vida, porque uno no sabe ni el día ni la hora de nuestro paso a la eternidad”.
Pier Giorgio se enamoró de una joven llamada Laura Hidalgo. Sabía que sus padres no aprobarían su relación. La causa no era por falta de virtud en la joven, sino porque su padre era un hombre intelectual muy reconocido, que quería ver a su hijo casado con una señorita de alta sociedad. Los padres de Pier Giorgio estaban mal en su matrimonio. Esta situación hacía sufrir mucho a Pier Giorgio y a Luciana. Era fácil para un joven rebelarse contra unos padres que no estaban dando buen ejemplo. Y, sin embargo, Pier Giorgio no quiso provocar ningún tipo de sufrimiento en sus padres, por lo que decidió no dar a conocer sus sentimientos a Laura. Su corazón era muy grande y su entrega a Dios todavía más grande. Después de su muerte, sus padres se reconciliaron. Su padre, que estaba alejado de la fe, se convirtió.
Se ha mencionado que el año que viene, 2025, año de jubileo, Pier Giorgio será canonizado. Ojalá así suceda. A cien años de su muerte, Pier Giorgio podría entrar a Roma, como santo, a celebrar un jubileo, como era su sueño. Los invito a seguir pidiendo por su canonización. Que en este tiempo de Dios veamos a Pier Giorgio como intercesor y amigo. Necesitamos vidas ejemplares, como las de Ana de Jesús y Pier Giorgio, que nos muevan a entrar en este tiempo de Dios, que nos pide seguir su proyecto sobre nosotros y no lo que nos impone el mundo. No está funcionando el seguir nuestros propios caminos y tiempos, cuando no van de la mano de Dios.
Voces en el tiempo. Martha Moreno
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