En este clima de fuerte angustia ante la llegada de una pandemia, en estos momentos de inseguridad y de tantas divisiones que hacen daño, en estos instantes donde se nos da la oportunidad de salir de tanta indiferencia, distracción y consumismo, quiero retomar la misión que he tenido por mucho tiempo de contagiar esperanza.

Ante tanto ruido externo proveniente de los medios y redes que nos envuelven con noticias terribles, tratemos de movernos, quizá no a lugares lejanos, sino hacia nuestro interior donde nos espera Dios. Estos viajes pueden ser fuente de auto-conocimiento, pacificación, encuentro y verdadera libertad. En esta Cuaresma podemos encontrar en el silencio un gran aliado para purificar nuestros corazones y nuestras mentes de todas esas imposiciones de un mundo atrapado en el relativismo y en el nihilismo. Otro elemento que nos puede ayudar es buscar la simplicidad en nuestras acciones, en nuestras palabras, en nuestros pensamientos, en nuestras oraciones. El beato Juan de Ruysbroeck escribió: “La simplicidad da al alma el reposo del abismo”.

¿Cómo llegar a esa sencillez? El escritor español Miguel de Unamuno nos da algunas pautas: “¡Sencillez, Dios mío, sencillez! Y para lograrla, sentir como los sencillos, orar como ellos y con ellos, creer con ellos”. También el dirigir nuestra mirada a Dios con gran confianza nos puede ayudar a combatir el miedo. El temor y el estrés no hacen más que preparar nuestro cuerpo para recibir cualquier enfermedad.

En este simple intento de dar esperanza en tiempos de incertidumbre y de ser testigo de lo bueno, bello y verdadero de este mundo, les comparto este poema:

SENCILLEZ, DIOS MÍO, SENCILLEZ

Con saludos inyectados de esperanza

me enfrento a un mundo que sobrevive a oscuras,

al no saber dirigirse a las alturas

por detenerse amarrado en desconfianza.

 

¿Cómo dejar de juzgar al enemigo?

Quiero yo captar la esencia del herido

quien espera la llegada del Ungido

que en nosotros se regala al desvalido.

 

Si abrazamos sencillez en nuestra mente,

el asombro impactará cada sentido

y unas notas bailarán en los latidos

de paisajes que susurran sabiamente.

 

Aislaremos frías mentes de negruras,

dando paso a dulces puentes bondadosos

donde en todo se descubra lo copioso

de un Amor perfecto y santo que nos cura.

 

En un punto de equilibrio sostengamos

una paz enamorada del encuentro

con la Trinidad que mueve el firmamento

ante un gozo en plenitud por cada humano.

Los invito a aprovechar este tiempo de crisis para reflexionar en silencio sobre ese volver a ser sencillos, volver a ser cristianos, volver a ser plenamente humanos: “Naturalizarse el hombre es hacerse sencillo y cristiano, y humanizar la naturaleza es descubrir al Creador en ella y hacerla canto vivo de Él. Y aquella voz de las cosas, aquel canto silencioso no es más que el himno con que los cielos y la tierra narran la gloria de Dios”. Miguel de Unamuno, Diario Íntimo.

VOCES EN EL TIEMPO

MARTHA MORENO