Vivo en una calle muy linda. Está dedicada a San Gregorio y eso me ha invitado a tenerles un cariño especial a dos santos que llevaron ese nombre: San Gregorio Magno (540 – 604 d.C.) y San Gregorio Nacianceno (329 – 389 d.C.). Al Papa San Gregorio Magno le dedico el siguiente poema y le agradezco el haber siempre buscado ser servidor de los siervos de Dios:

 

A SAN GREGORIO MAGNO, “EL VIGILANTE”

 

Fue nombrado gran centinela Ezequiel

y a ti también te llamaron “vigilante”;

un solo ejército formó San Miguel:

San Gregorio, tu enseñanza es impactante.

 

Tu palacio lo transformaste en convento,

rostros de ángeles veías en los hombres;

misionero con tus diálogos atentos,

ya tus cantos deleitaban a los robles.

 

Te agradezco tu presencia en esta calle,

un paseo que suplica que intercedas;

campeón de Dios, que tu santidad estalle

y nos contagie bondad en las veredas.

 

San Gregorio Nacianceno fue un gran teólogo contemplativo. Siempre se asombraba ante las maravillas del misterio de Dios. Un ejemplo es esta oración escrita por él:

“Oh, Dios Todo – Trascendente
(¿Y qué otro nombre podría describirte?),
¿qué palabras pueden cantar Tus alabanzas?

Ninguna palabra Te hace justicia.

¿Qué mente puede sondear Tu secreto?
Ninguna mente puede abarcarte.
Estás más allá del poder de la palabra,
aunque todo lo que decimos nace de Ti.
Estás más allá del poder del pensamiento,
aunque todo lo que podemos concebir proviene de Ti.

Todas las cosas Te proclaman, aquellas que pueden hablar y las que no.
Todas las cosas Te reverencian, aquellas dotadas de razón y las privadas de ella.
Todo el anhelo y el dolor del mundo se funden en Ti.
Todas las cosas pronuncian una oración a Ti, un himno silencioso compuesto por Ti…”

En esa misma línea de San Gregorio Nacianceno, les comparto mi sentir sobre la incapacidad de nuestra mente de abarcar totalmente a Dios:

BELLEZA DE DIOS

¿Qué mente puede imaginarte Señor?

¿Por qué insistimos en querer definirte?

Si tan sólo al voltear a verte y sentirte

se derrite mi alma en el más tierno amor.

 

¿Qué mente puede imaginarte Señor?

Quiero mi vida vaciarla en alabanzas,

ya no argumentos sino cálidas danzas

unidas en coro ofrecidas en flor.

 

¿Qué mente puede imaginarte Señor?

El que se abre a tu gracia se vuelve hermano

de una humanidad que en dolor y regalo

humilde se inclina ante su Animador.

 

¿Qué mente puede imaginarte Señor?

Por lo pronto la nuestra es pequeña en ciencia

pero dispuesta a entregarse en pertenencia

a un amoroso y diligente Creador.

 

VOCES EN EL TIEMPO. MARTHA MORENO.