No hay evento de la vida de un hombre que no encuentre su reflejo en el libro de los Salmos. Esta idea la expresó el monje trapense Thomas Merton en su libro Orar los Salmos: “No hay ningún aspecto de la vida interior, ningún género de experiencia religiosa, ninguna necesidad espiritual del ser humano que no esté representada y vivida en los salmos”.

El sacerdote, psicólogo y escritor Henri Nouwen estuvo seis meses en un monasterio trapense. En su diario dejó escrito este sentir sobre los salmos: “Muchas veces he pensado: si en algún momento soy encarcelado, si soy sometido al hambre, al dolor, la tortura o la humillación, espero y ruego que me dejen tener conmigo los salmos. Los salmos mantendrán mi espíritu vivo, me permitirán confortar a otros, se revelarán como el arma más poderosa, sí, más revolucionaria contra el opresor y torturador. Felices aquellos que ya no necesitan libros, sino que llevan los salmos en su corazón dondequiera que se encuentren. Quizá deba empezar a aprender los salmos de memoria para que nadie me los pueda quitar”.

Sta. Hildegarda de Bingen, doctora de la Iglesia, que vivió durante la Edad Media, escribió muchas cartas y dio consejos con fundamento en los salmos. En una carta a un monje (limosnero de Ebrach, anterior a 1170) lo animó y le dio confianza, porque a causa de sus pecados parecía desesperanzado de la misericordia de Dios: “Tu mente ora y tus deseos arden en la sed de la justicia de Dios, y dices: ¿Dónde estoy y a dónde iré? (Salmo 139). Pero por una parte una voz lastimera pide medicina para tus pecados, y por otra tu ánimo, dudando y estremeciéndose por la soberbia, queda perplejo a causa del juicio de Dios y no dices: – Dios, por su gran misericordia, me recibirá -. Pero no es así. Más bien, cree, confía y espera, porque Dios te ama y te quiere; y te recibirá. Lávate, pues, en la confesión y la penitencia, y vivirás eternamente”.

En una ocasión leí que Sta. Gertrudis de Hefta le pidió a Dios el estado de gracia para muchas almas que vivían en pecado. El Señor aceptó su ruego. Después ella le insistió en saber si era necesario hacerle más ofrecimientos. Dios le respondió de manera cariñosa: “La confianza sola basta para alcanzar fácilmente todas las cosas; pero si tu celo desea ofrecer alguna cosa más, reza trescientas sesenta y cinco veces el salmo Alabad al Señor todas las naciones (Salmo 117) para suplir la alabanza divina que ellos descuidaron darme”. Me gustó mucho esa manera de Dios de decirle a su querida Gertrudis cómo rezar con un salmo. Yo quise imitar esa invitación, al principio preocupada porque pensé que me iba a tomar mucho tiempo.  Al buscar el salmo, me di cuenta de que el Salmo 117 era el más pequeño de todos. Este es el Salmo 117: “Alaben al Señor en todas las naciones, y festéjenlo todos los pueblos. Pues su amor hacia nosotros es muy grande, y la lealtad al Señor es para siempre”. Lo he seguido repitiendo en petición de unidad.

Algunas frases sobre los salmos, escritas por amigos de Jesús, y que nos invitan a hacerlos parte de nuestra vida, son las siguientes:

De San Basilio (330-379): “¿Quién podría considerar enemigo a alguien con quien se canta como en una voz para dar gloria a Dios? Por tanto, el canto de los salmos también engendra caridad, la más valiosa de las bendiciones”.

Del monje trapense Thomas Merton: “Para comprender los salmos, tenemos que experimentar en nuestro propio corazón los sentimientos que expresan. Tenemos que cantárselos a Dios y hacer nuestro todo el sentido que contienen.

Cuando oramos los salmos hacemos que llenen el día por entero y lo santifiquen. Al unirnos con Cristo en su Iglesia orante, nos consagramos nosotros mismos y todas nuestras acciones a Dios en Cristo y por Cristo.

El descubrimiento de que algunos salmos son especialmente apropiados para nuestra propia vida es una gracia actual de Dios. Se convierten en nuestros salmos.

La santidad de la santísima Madre de Dios, que es nuestro modelo al mismo tiempo que nuestra más poderosa protectora en la vida de la gracia, se nutrió y acrecentó por su amor a estos textos inspirados”.

En el año 2017 me propuse anotar mis pensamientos sobre cada uno de los salmos. Cada día meditaba un salmo y me encantó terminar con el último salmo, el Salmo 150, el día de mi cumpleaños. El Salmo 150 es mi preferido y es uno de los pocos que me sé de memoria. Ciertamente debería aprenderme más salmos de memoria para que nadie me los pueda quitar y puedan estar conmigo cuando más los necesite, como escribió Henri Nouwen. Les comparto dos ejemplos sencillos de mis descubrimientos al meditar y orar con los salmos:

Sobre el Salmo 2: “El que se sienta en los cielos se sonríe”. Me asombro al imaginar la sonrisa de Dios. Al sentir la sonrisa de Dios se tranquiliza mi alma y se llena de una paz indescriptible. Dios sonríe viendo a sus hijos. Sabe que se equivocan, que se rebelan y lo ofenden, pero aún así sonríe porque los ama inmensamente y no se cansa de esperar su regreso al amor. Me alegro ante la sonrisa de Dios que puedo descubrir en mi prójimo y en la belleza de su creación. Quiero sonreírle por siempre.

Sobre el Salmo 52: “Pero yo quiero ser olivo vigoroso en la casa de Dios, en el amor de Dios yo me confío para siempre jamás”. Me gustó ese deseo de ser olivo y así se lo puedo decir a Jesús:   – Señor Jesús, quiero ser olivo vigoroso, en tu casa, para seguir proclamando tu grandeza, tu belleza y tu verdad. Quiero mostrar tu permanencia y mi pertenencia. Quiero dar tu oxígeno al mundo y tu alimento más precioso. Quiero ser tronco fuerte en el que puedan afianzarse todos los que dudan. Quiero estar en tu casa, en la Trinidad, con tu Madre María. Quiero que aquellos que se jactan de su maldad puedan derretirse gracias a la nobleza de tu Sangre y de tus llagas. Quiero ser olivo para acompañarte en ese espacio santo donde hacías oración, fuiste arrestado y ascendiste al cielo. Contigo, en las alegrías y en los sufrimientos, estaré bien -.

Ernst Jünger, escritor alemán, recordaba el salmo 73 en cada uno de sus cumpleaños. Era su favorito y lo veía como un banquete de sabiduría. En su obra Pasados los Setenta I escribió: “Después de los salmos son pocos los pasajes de la literatura mundial en los que el ser humano, desligado de todas las ataduras temporales y locales, levante su voz como si en ella se concentrase el destino de todos los que fueron, son y serán”. Los invito a orar con los salmos. Ojalá puedan aprender alguno o algunos de memoria.

VOCES EN EL TIEMPO
MARTHA MORENO