En cierta ocasión llegó un joven pensativo y reflexivo al confesionario y me dijo: “Padre ¿le puedo hacer una pregunta?”, le dije “por supuesto, ¿en qué te puedo servir?”, entonces me dijo: “Padre ¿Por qué Dios permite que ocurra una epidemia en la que muere tanta gente?”, le respondí: “Mira, las epidemias tanto en el pasado como en el presente tienen muchas explicaciones posibles; por ejemplo, en otro tiempo la peste que asoló Europa, dicen los estudiosos del tema, que se propagaba por la falta de higiene, por la convivencia de los humanos con los animales, por ejemplo las ratas y por la falta de medicamentos adecuados, como los antibióticos, entonces esas enfermedades que se diseminaban con rapidez por diversas razones no fueron creadas, queridas o difundidas por Dios, sino que ha sido el hombre quien por las limitaciones del conocimiento, o la falta de asepsia o la escasez o ausencia de la ciencia o de la técnica adecuadas facilitó la difusión de esas enfermedades. En el presente, las circunstancias han cambiado, hay más higiene por supuesto, hay más conocimiento, la ciencia y la técnica han avanzado, pero hoy las razones del origen y diseminación de un virus no quedan claras, hay quienes afirman que los nuevos virus que circulan en todo el mundo se han transmitido de animales a humanos por falta de cuidado; también se dice que han sido creados por el hombre en laboratorios, a veces con la intención de dañar a otros a quienes se considera enemigos, incluso hay quienes afirman que quienes crean y diseminan un virus tienen una cura lista para distribuirla cuando la mayoría de la población este infectada y así ganar millones de dólares, esto evidentemente no es para nada ético, pero conociendo la maldad de la que es capaz el hombre no es para nada improbable. Se dice pues que las grandes epidemias del mundo las ha creado la avaricia del hombre, así que no creo que debamos reclamar a Dios que permita lo que el mismo hombre, usando su libertad, ha creado y difundido”, entonces él me dijo: “Padre, todo eso que me dice lo entiendo, y esas teorías del origen de los virus ya las había oído antes, pero yo me pregunto ¿Por qué Dios permite que muera tanta gente inocente? ¿Por qué Dios deja que los hombres nos hagamos tanto daño unos a otros? ¿Por qué no interviene para parar esto?”, yo le respondí: “Mira te estas enfrentando al ‘problema del mal en el mundo y el aparente silencio de Dios’, este problema se lo han planteado muchas personas de diversas maneras desde hace mucho siglos, a los seres humanos nos cuesta trabajo comprender cómo puede existir un Dios bueno que permite la muerte de muchos inocentes, quisiéramos que Dios interviniera portentosamente para detener el mal del mundo que se presenta de diversas maneras a través de hambre, guerras, pestes, calamidades, catástrofes naturales, etc. pero Dios no es así, Dios no actúa así, Dios nos ha creado libres y por lo tanto responsables de nuestros actos, y quiere que nosotros intervengamos en la historia para enmendar los entuertos que el mismo hombre crea o para atenuar los efectos de lo que el hombre no ha producido, pero que puede con su inteligencia y capacidad mitigar o disminuir, no queramos que Dios intervenga cada vez que hay un mal en el mundo, porque Dios ha creado el mundo, pero lo ha puesto en las manos del hombre para que este lo cuide y lo perfeccione”.

Cuando sucede una epidemia deberíamos aprovechar para preguntarnos ¿Qué quiere Dios de nosotros con esto que está pasando? ¿No querrá que dejemos lo superfluo a un lado y volvamos a lo esencial? Tantas cosas que consideramos importantes: el trabajo, la vida social, los estudios, los bienes materiales: casas, autos, viajes, etc. y lo verdaderamente importante lo hemos dejado en un segundo plano en nuestra vida, Dios, la oración, ir a misa o confesarnos, la familia, el cónyuge, los hijos; una epidemia es una buena oportunidad para reflexionar sobre la fugacidad y fragilidad de nuestra vida, para volver a fijarnos en lo que es verdaderamente importante para Dios.

Hasta la próxima semana, si Dios quiere.

Pbro. Eduardo Michel Flores.