En cierta ocasión un joven me preguntó: “Padre, ¿es pecado hablar dentro de una iglesia?”, porque un día escuché a una persona allegada a la Iglesia decir que hablar dentro de una iglesia es pecado”, yo le respondí: “La moral católica no establece que hablar dentro de una iglesia sea un pecado, pero sí enfatiza la importancia del respeto, la reverencia y el recogimiento que se debe tener en los lugares sagrados”.

La Iglesia enseña que los fieles deben comportarse con reverencia y respeto en el templo, ya que es la Casa de Dios, por eso fomenta una actitud de oración, recogimiento y contemplación, recordando que la iglesia es un lugar para el encuentro con Dios.

Es muy recomendable guardar silencio en la iglesia, para favorecer un ambiente de oración personal y comunitaria. El silencio permite a otros fieles concentrarse en su comunicación con Dios, especialmente en momentos previos o posteriores a la Celebración de la Misa.

Es conveniente saber que hablar, sobre todo de manera ruidosa o sin consideración hacia los demás en una iglesia es una falta grave de respeto. Y si se hace de manera deliberada, interrumpiendo las oraciones o causando distracción a los demás, podría considerarse una falta contra la caridad y el respeto al lugar sagrado.

San Juan María Vianney decía: “El respeto y la devoción en la iglesia son una muestra del amor que tenemos a Dios”. Por lo tanto, se debe hablar con prudencia y evitar conversaciones banales o innecesarias. Si es indispensable comunicarse, conviene hacerlo en voz baja y en áreas designadas para ello, como son los atrios u otros espacios externos.

Guardar silencio en una iglesia es un signo de fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Este gesto manifiesta respeto, reverencia y adoración hacia Jesús presente en el Santísimo Sacramento, y refleja la convicción de que la iglesia es un lugar sagrado donde Dios habita de manera especial.

La fe católica enseña que Cristo está presente real, verdadera y sustancialmente en la Eucaristía. Este misterio invita a los fieles a postrarse en adoración y guardar una actitud de recogimiento y reverencia. El silencio ayuda a crear un ambiente que facilita la oración personal y el encuentro íntimo con Cristo.

Guardar silencio en la iglesia es un gesto que expresa:

  • Adoración: Reconocimiento de la grandeza de Dios.
  • Respeto: Reconocer el lugar sagrado como la “Casa de Dios”.
  • Comunión espiritual: Apertura al diálogo interior con Cristo, especialmente en la presencia del tabernáculo.
  • El silencio también es un testimonio, que muestra a otros la fe en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.

Más allá del gesto externo, el silencio permite cultivar una disposición interior para escuchar la voz de Dios. Este recogimiento interior es un signo de confianza en la presencia viva de Cristo y de la búsqueda de comunión con Él.

Los santos y padres de la Iglesia han subrayado el valor del silencio como una forma de contemplación.

Aunque guardar silencio exterior es significativo, debe ir acompañado de una actitud de fe viva y consciente. Si el silencio físico no está unido al amor, la devoción y el reconocimiento de Cristo, puede perder su sentido espiritual.

Guardar silencio en una iglesia no es solo un acto de cortesía o respeto, sino un signo tangible de la fe en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía. Es un gesto que une lo exterior con lo interior, permitiendo que el alma adore en humildad y recogimiento.

Hasta la semana que viene, si Dios quiere.

Pbro. Eduardo Michel Flores.