El 28 de abril se cumplen 50 años del fallecimiento de Jacques Maritain, filósofo católico francés. Él murió en 1973. Pasó sus últimos años en Toulousse, como Hermanito de Jesús, siguiendo el estilo de vida de San Carlos de Foucauld, eremita del desierto en Argelia.

Mi interés por Maritain surgió hace casi diez años, mediante una llamada telefónica. Fue la última vez que platiqué con mi tía Alma, mamá de una comadre muy querida y también muy amiga de mi mamá. Estuvimos conversando sobre las clases de filosofía que ella daba, sobre la vida de algunos santos como Sta. Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) y sobre Jacques Maritain. Mi tía estaba enferma y falleció al poco tiempo. Yo estaba leyendo en ese entonces el Diario de Leon Bloy y ya la figura de Maritain me había llamado la atención. Jacques y su esposa Raissa fueron ahijados de Bloy y dejaron una huella impresionante tanto en sus amigos, como en los artistas de su tiempo, en la Iglesia y en el medio filosófico. Profundizaron en el pensamiento de Santo Tomás de Aquino y dieron las bases para un humanismo cristiano. Ojalá pudiera hoy darle las gracias a mi tía por invitarme a leer a Maritain. Y, porque gracias a Maritain, inicié mi lectura de las obras y del Diario de su esposa Raissa. Muchos de los amigos y ahijados de Bloy, en su mayoría conversos gracias a la oración y motivación de su padrino, dejaron escrito que sus vidas tuvieron un cambio radical desde que leyeron y conocieron a Leon Bloy, peregrino del Absoluto y mendigo ingrato (descripción que él mismo se dio). Jacques así lo sintió, y yo también percibo un antes y un después en mi vida de fe desde que entré en contacto indirecto con esta familia espiritual. El sentido de misión y compromiso con Cristo de Jacques Maritain transformó su mundo, el de sus amigos y el de los cristianos. A mí me parece que los efectos de su conversión y santidad siguen produciendo frutos. Entre más leo sobre grandes personas que se convirtieron en el siglo XX, más encuentro en ellas la influencia del matrimonio Maritain. Descubrir en Jacques una gran devoción a la Virgen María, como Nuestra Señora de La Salette; su inmersión en el misterio de la Comunión de los Santos; su voto de oración; su compromiso con la verdad en los Círculos Tomistas y con la vida contemplativa como oblato benedictino; su vocación a la enseñanza y al servicio; su misión de salvar a cada uno de sus amigos compartiéndoles su tesoro y viviendo la hospitalidad; su trabajo en política que fue complicado, pero visto como parte de su deber como cristiano laico (fue embajador de Francia en el Vaticano); el cuidado cariñoso hacia la familia de su esposa; el buscar siempre imitar a Jesús; todo lo anterior hace que su vida me llene de esperanza en tiempos de tanta confusión. Me queda claro que también él vivió en ambientes de nihilismo y de guerra. Ya había escuchado que es en los tiempos más difíciles cuando más santos habitan la tierra.

En un fragmento de una carta que le escribió Jacques Maritain a Pedro Villard, un soldado que tenía sed de Dios, pero que había perdido la fe, podemos observar su don de consejo y su forma de acercar almas a Jesús:

“Querido Señor y amigo:

Perdóneme por no haber respondido a su agradable carta con la rapidez con que hubiera deseado… Aunque no le he escrito, por lo menos he pensado mucho en usted y todas las mañanas pido a Dios en la Misa que le introduzca en su admirable Luz. Su alma, creo haberlo observado bien, está hecha para la contemplación; y sólo respirará en el aire puro y virgen de la Verdad viva; y tanto por Dios, que le ama y le quiere, como por usted, que quiere la vida, tengo un deseo inmenso de que hallen rápidamente uno y otro lo que buscan, que se encuentren el uno al otro.

Para esto no puedo más que orar y ofrecer a Jesús las penas que quiera enviarme, y lo hago de todo corazón. Por lo demás, es Él quien actúa, Él quien trabaja dentro de usted, y que se mostrará a usted a la vuelta del camino. ¿Es que le buscaría usted si no le hubiera encontrado? No se le pide sino que prepare su alma y la tenga dispuesta, en la espera y el deseo…

Entonces, cuando usted se haya separado de usted mismo y por la fe se haya adherido, mediante un acto de sumisión racional, a la Verdad primera, entonces, bajo una forma nueva, las alegrías espirituales de las que ha tenido un gusto anticipado le serán dadas al céntuplo y con una medida sobreabundante. Decía Ruysbroeck, el Admirable: ¡Ay, si supieras la dulzura que Dios da, y el gusto delicioso del Espíritu Santo! Sí, ciertamente pido a Dios que se revele a su inteligencia, que se dé a conocer a usted en forma de Luz, Él que es la Luz por excelencia”.

Hay muchísimos aspectos que admiro de la vida de Jacques Maritain, pero puedo resaltar uno en particular: su manera de ser esposo. Raissa fue para él su inspiración y su mayor bendición. Así lo escribió en su Cuaderno de Notas: “La ayuda y la inspiración de mi querida Raissa han penetrado toda mi vida y toda mi obra. Si algo bueno hay en lo que yo haya hecho, a ella se lo debo, después de Dios. La irradiación de su amor y la pureza fervorosa de su sabiduría, su fortaleza de alma, su exquisito sentido de lo verdadero y lo justo, la bendición de Dios sobre su oración y sus sufrimientos han iluminado mis días”. Jacques quiso que sus restos descansaran junto a su esposa que estaba enterrada en Kolbsheim, Alsacia. Raissa había fallecido en 1960. En la tumba que lleva el nombre de Raissa Maritain hay una pequeña inscripción abajo, del lado derecho, que puede pasar inadvertida y dice de manera sencilla: “Y Jacques”. En la imagen de inicio del artículo se encuentra Jacques con su gran amigo, el Papa San Pablo VI. Hace cincuenta años falleció Jacques Maritain, un Hermanito de Jesús que abrió totalmente su mente y su corazón a Dios y a su prójimo. Pido a Dios que su voz siga siendo escuchada en este siglo.

VOCES EN EL TIEMPO
MARTHA MORENO