Carlos de Villalpando, pintor novohispano, plasmó en su obra: Los Cinco Señores, una bella representación del papel tan importante de la familia del niño Jesús. Esta pintura la podemos encontrar en el Museo Soumaya de la Ciudad de México y es un claro ejemplo del arte Barroco del que Villalpando fue todo un maestro. Encontramos, en Los Cinco Señores, a Jesús con sus padres María y José, a sus abuelos San Joaquín y Santa Ana, y, arriba de ellos, al Espíritu Santo y a Dios Padre, quienes dan plenitud a una escena que refleja la devoción y piedad del pintor y de toda una época.
Cuando descubrí el cuadro, recordé esa oración que rezaba de niña que completaba mi invocación al ángel de la guarda y me daba seguridad:
“Ángel de la Guarda, dulce compañía, no me desampares, ni de noche ni de día. No me dejes sola que me perdería. Los Cinco Señores del cielo me guardan: Jesús y María, José, Joaquín y Ana, a quienes encomiendo mi vida, mi cuerpo y mi alma”.
La imagen sigue presente en mi mente y en mi corazón. Me ha llevado a reflexionar en tres valores que ya no están de moda pero que son necesarios para devolver a las personas parte de su humanidad perdida:
1.- FUERZA QUE VIENE DETRÁS.- Nuestras familias, que incluyen a nuestros antepasados y a los que vendrán (el tiempo de Dios no es nuestro tiempo), nos cobijan y nos dan la fuerza para cumplir el proyecto de Dios en nosotros. Jesús nos puso el ejemplo, ya que, siendo hijo de Dios, quiso formar parte de una familia. Era respaldado por toda una historia de salvación. En la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia nos dice el Papa Francisco: “La encarnación del Verbo en una familia humana, en Nazaret, conmueve con su novedad la historia del mundo. Necesitamos sumergirnos en el misterio del nacimiento de Jesús, en el Sí de María al anuncio del ángel, cuando germinó la Palabra en su seno, también en el Sí de José, que dio el nombre a Jesús y se hizo cargo de María, en la fiesta de los pastores junto al pesebre, en la adoración de los magos, en la fuga a Egipto, en la que Jesús participa del dolor de su pueblo exiliado, perseguido y humillado; en la religiosa espera de Zacarías y en la alegría que acompaña el nacimiento de Juan el Bautista; en la promesa cumplida para Simeón y Ana en el templo, en la admiración de los doctores de la ley escuchando la sabiduría de Jesús adolescente… Este es el misterio de la Navidad y el secreto de Nazaret, lleno de perfume a familia. Es el misterio que tanto fascinó a Francisco de Asís, a Teresita del Niño Jesús y a Carlos de Foucauld, del cual beben también las familias cristianas para renovar su esperanza y su alegría”. (Capítulo III, p. 65)
Un objetivo o misión, que se pasa dentro de una familia como fuerza motivadora, es lo que llevó al Hermano Roger de Taizé a descifrar su vocación. Siendo él de origen protestante, cuando era pequeño, vio varias veces a su abuela detenerse en un templo católico a hacer oración. Ella le decía que era algo muy bueno el buscar la reconciliación entre todos los cristianos. Cuando creció, Roger decidió crear un estilo de vida monástico que trabajara por la unidad. De ahí surgió la comunidad ecuménica de Taizé que trabaja con jóvenes, donde conviven católicos, protestantes, ortodoxos y cristianos en una anticipación de esa unidad pedida por Jesús. El hermano Roger fue gran amigo de San Juan XXIII y de San Juan Pablo II.
2.- REVERENCIA.- La reverencia es una actitud de respeto, amor o veneración hacia realidades que merecen reconocimiento, como son, en primer lugar Dios, pero también valores o personas por la fuerza interna de lo que representan: bondad, verdad, sacrificio, honestidad, etc. Tristemente la reverencia ya no es fomentada como antes. Hoy en día se observan actitudes que aparentan reverencia pero no por las razones correctas. Se pueden ver actos de reverencia ante poderosos, personas de fama mundial o por dinero. Se necesita volver al sentido de reverencia originaria en un mundo relativista y superficial. El sitio que corresponde a los padres y abuelos es digno de respeto y agradecimiento, por lo tanto, de reverencia. Ellos deben ser reconocidos y queridos de manera especial. De gran relevancia son las bendiciones que vienen aparejadas al que honra a su padre y a su madre. La Trinidad muestra su agrado ante la realidad de la familia humana de Jesús y la presenta como ejemplo a seguir.
3.- INOCENCIA.- La inocencia es un valor que pertenece a los niños y que debe conservarse. Un niño que reza refleja esa total pertenencia a Dios en quien deposita su confianza. El camino de la infancia espiritual, que conlleva inocencia y humilde dependencia, es el que propuso Santa Teresita de Lisieux como garantía para llegar más rápido a Dios. Jesús pedía que dejaran a los niños acudir libremente a Él. En los niños residen la autenticidad y la apertura que disponen al alma para el encuentro con Dios Padre. Por eso me gusta tanto la oración a los Cinco Señores. Me recuerda que, siendo persona adulta, puedo y debo seguir usando esas plegarias que me dieron tranquilidad de niña. Si sigo buscando, en simplicidad, permanecer en la confianza, Dios no me defraudará.
Termino volviendo a la oración: Los Cinco Señores del cielo me guardan: Jesús y María, José, Joaquín y Ana. A quienes encomiendo mi vida, mi cuerpo y mi alma. Encomiendo también a cada familia y a toda la humanidad que necesita renovarse en fortaleza, reverencia e inocencia. Gracias, Señor, por todas las veces en las que el arte nos hace voltear a Verte. Amén
VOCES EN EL TIEMPO
MARTHA MORENO
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