El título de este artículo lo tomé del libro Exposición personal del escritor italiano Giovani Papini (1881 – 1956). Papini era ateo, pero se convirtió al catolicismo después de la Primera Guerra Mundial y de una fuerte crisis espiritual. Jorge Luis Borges dijo que Papini era un escritor olvidado. A mí me gusta recuperar esas voces olvidadas para que nos sigan enseñando. Me gustó mucho su manera de presentar la relación que tienen las flores con los misterios de Jesús y los misterios de nuestras vidas. Este verano, en un camino que inicié el 4 de julio, día de Nuestra Señora del Refugio, y que terminé el 6 de agosto, día de la Transfiguración, busqué el tema de las flores en santos, escritores, poetas y pintores. Cada día fui eligiendo una frase sobre las flores, su significado y lo que nos pueden enseñar con su simple presencia. La idea es, en el aquí y el ahora, seguir descubriendo belleza en los jardines de Dios y presentarla como regalo a la Virgen María.
Papini expresó su pensamiento de que cada planta elige y transforma partículas de la tierra y las eleva hacia el cielo en forma de joyas (frutos y flores) para alegría de los hombres. La planta recibe ayuda de la lluvia, del sol, de forma semejante a cómo el ser humano recibe ayuda de la gracia que baja de lo alto. Las flores serían una manifestación sensible de la obra redentora, de un misterio de caridad. Después de mencionar a los lirios, como una flor que Cristo puso por encima de la vestimenta de los reyes, menciona la importancia de las flores en la antigua Grecia y en el mundo medieval. Termina el segmento hablando de su afecto por “las pobres flores del campo y del monte, que muy pocos miran y nadie cultiva… Son las flores de los niños y de los poetas”.
Santa Teresita del niño Jesús, la florecita, recibió de Jesús una explicación, a través de lo que revelaban las flores, de por qué tenía Dios sus preferencias y no repartía sus favores a todos por igual. En su Historia del Alma, escribió que Jesús puso delante de ella el libro de la naturaleza y le dijo que todas las flores eran hermosas y su amor se manifestaba tanto en el esplendor de la rosa como en la sencillez de las margaritas o de las flores del campo: “A la manera como el sol alumbra a la vez el alto cedro y la florecita, ilumina el Astro divino a cada alma en particular, sea grande o pequeña, y todo lo encamina a su bien”.
Las flores revelan aspectos importantes que se pueden aplicar a la naturaleza humana. Hay que descubrir sus maravillas y su brillo; quererlas y no maltratarlas. Hay que observarlas con amor, al igual que a las personas: ver sus colores, sus pétalos, percibir su aroma, sus características que las hacen únicas, sus tesoros. Aunque tengan espinas, como las rosas, las tienen como defensa del ambiente. Las personas también han sido heridas y buscan sobrevivir. Hay que tener sumo cuidado y mostrarles su valor. Saint- Exupéry profundizó en estas ideas en El Principito.
En esta revelación de las flores encuentro algunos llamados que invitan a la oración, a volver a casa, a recordar y a contemplar.
LLAMADO A ORAR: La flor vive en continua alabanza a su Creador. Simplemente es para Él. Lo deleita y ella se deleita al ser parte de su jardín en el universo. Así nosotros, demos gloria a Dios en su Trinidad, entregando con amor y servicio todos los dones que hemos recibido.
LLAMADO A VOLVER A CASA: Nuestro paso por la vida terrenal es rápido, igual que el de las flores. Hay flores cuya floración dura sólo un instante. Y ese instante es su plenitud. Después mueren y vuelven a la tierra a unirse en fuerza de vida. Siguen siendo humus y tierra fértil. Nuestra vida inicia en casa y busca volver a la casa de nuestro Padre Celestial. Pasa rápido, y ese paso busca el encuentro, el abrazo, para volver a la unidad de Dios que sigue dando frutos.
LLAMADO A RECORDAR: La flor recuerda su jardín, su jardinero, sus visitantes, a los niños, a los insectos, a la tierra que le dio hogar, a sus compañeras flores, a la lluvia, al viento y al poeta. Nuestro llamado a recordar como seres humanos nos regresa a la infancia, a los maestros de vida, a nuestros padres, hermanos, experiencias transformadoras, amigos, fracasos y logros, alegrías y sufrimientos, encuentros vivos con Jesús, viajes, consejos recibidos, nuestros espacios de cielo (Ejem: jardín, biblioteca, templo, pista de correr, oficina, cuarto de música o de costura, consultorio, taller, salón de clases, río, bosque, tren, terraza, cocina…) y a nuestros seres queridos que ya no están físicamente con nosotros.
LLAMADO A CONTEMPLAR: La flor nos invita a observarla y a descubrir en ella el misterio de la creación, del gran amor de Dios, de la Redención (como escribió Giovani Papini). La flor nos invita a la atención y a volver a nuestro centro.
Para continuar en esta reflexión los llamo también a escuchar la voz de los poetas:
“Las pequeñas flores que tengo delante, ¿sospechan que recito el canto de su pequeña gloria que tanto nos supera?” Rainer María Rilke, Cartas en torno a un jardín.
“He mirado a las rosas y me he acordado de ti”. Juan Ramón Jiménez (premio Nobel de literatura en 1956).
“¿Podemos concebir lo que sería la humanidad si no conociera las flores?”. Maurice Maeterlinck (premio Nobel de literatura en 1911).
Voces en el tiempo. Martha Moreno
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