En nuestro mundo actual, donde vivimos tan distraídos y con un déficit de atención generalizado, es esperanzador encontrar, en la nueva encíclica del Papa Francisco, el ejemplo de la atención de Jesús hacia cada persona que se encontraba con Él. Esto nos dice la carta encíclica Dilexit Nos, sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo, con relación a la mirada o atención de Jesús: “Muchos textos del Evangelio nos muestran a Jesús que presta toda su atención a las personas, a sus inquietudes, a sus sufrimientos… Cuando nos parece que todos nos ignoran, que a nadie le interesa lo que nos pasa, que no tenemos importancia para nadie, Él nos está prestando atención… Precisamente porque está atento a nosotros, Él es capaz de reconocer cada buena intención que tengas, cada pequeño acto bueno que realices… Qué hermoso es saber que si los demás ignoran nuestras buenas intenciones o las cosas positivas que podamos hacer, a Jesús no se le escapan, y hasta se admira”.

Si observamos con detenimiento la pintura del Greco de la Despedida de Jesús y María, todos los detalles reflejan un encuentro: sus miradas, sus manos, su postura, ternura y comunicación no verbal. Jesús y María salen de sí para centrarse totalmente en el otro. Jesús dice adiós a su madre en su salida a Jerusalén, sabiendo que sufrirá y morirá allá. El Greco colocó las figuras de Jesús y María en un momento de íntima proximidad, en donde los gestos de sus manos reflejan una interacción emocional entre madre e hijo. La atención de Jesús estaba en su madre y la atención de María estaba en su hijo Jesús.

La filósofa, activista y mística Simone Weil (1909 – 1943) profundizó sobre el tema de la atención en varias de sus obras. Su definición de atención me parece extraordinaria e incluso siento que nos puede ayudar mucho a descubrir por qué tenemos una crisis de atención en nuestra era digital: “La atención es la forma más rara y pura de generosidad”. El que pone atención se entrega a sí mismo y sale de su egoísmo. Se da a Dios, a las demás personas, a la belleza de la creación, a la bondad que percibe y a la verdad manifiesta. Esa relación entre atención y generosidad me lleva a pensar que la atención en una persona no es algo espontáneo, sino un valor que se necesita entrenar, trabajar y desarrollar. Pero ¿qué sucede en nuestros ambientes y en nuestro estilo de vida actual? Todo nos distrae, las redes sociales nos cautivan, la publicidad nos manipula, el internet nos absorbe y los constantes estímulos impiden nuestra concentración. ¿Cómo vamos a ser generosos concediendo nuestra atención al otro, si estamos ocupados y preocupados en asuntos superficiales? ¿Hay maneras de entrenar nuestra atención, como lo haríamos con un deporte, o como cuando buscamos crecer en una virtud?

Tomando conciencia de que la generosidad es esencial en nuestro camino para desarrollar al máximo nuestra atención, les sugiero las siguientes actividades que despiertan esa atención que tanto necesitamos:

  1. Oración. El escritor alemán Ernst Jünger escribió que: “la oración purifica la atmósfera”. Si todo lo que nos rodea (nuestra atmósfera) contiene tantos distractores, la oración nos puede ayudar a centrarnos en Dios y en lo verdaderamente importante. Con la mente y el corazón en Dios, aprenderemos a ver nuestra realidad. Una realidad que no sólo está en lo visible y que contiene más belleza, bondad y verdad de la que podemos imaginar. La atención, que nos lleva a mirar en la verdad, nos ayuda a discriminar lo real de lo engañoso. Simone Weil también escribió: “La atención absolutamente pura y sin mezcla es oración”.
  2. El artista produce lo bello con su atención fija en lo real, como un acto de amor. Para Simone Weil, la atención extrema constituye la facultad creadora del hombre. Y eso lo encontramos en el arte. Las artes nos entrenan para renovar nuestras mentes y nos enseñan a poner atención al volvernos receptivos a la belleza, expandiendo nuestra imaginación. El arte nos despierta al asombro y a la esperanza. Me imagino la atención que necesitó el pintor y grabador japonés Hokusai, con sus 36 vistas del Monte Fuji. Tuvo que captar con todo su ser la belleza de muchísimos momentos, partiendo de un solo lugar, para realizar sus grabados.
  3. Podemos entrenar la atención con objetivos concretos, disciplina, paciencia y dedicación. Un ejemplo puede ser proponernos encontrar belleza, bondad y verdad en lo que vamos viviendo. El buscar esa bondad nos ayuda a generarla. El explorar la belleza nos impulsa a descubrirla. El ir tras la verdad nos encamina a encontrarla. El ayuno de todo lo que nos distrae nos puede ayudar mucho a entrenar nuestra atención.
  4. Examen de nuestra mirada: Pongamos atención a los nombres, a los rostros, a las fechas, a los detalles, a la música, a la naturaleza, a nuestra familia, al grito de auxilio de nuestro prójimo, a los signos de los tiempos, a la Palabra de Dios, a la invitación a la oración, al ejemplo de los santos, a lo invisible, al abrazo del amigo, al llamado del extraño, a Jesús en cada hermano, al tesoro de los sacramentos, a Jesús, a María Santísima…

Termino con unas frases sobre la atención y el asombro del poeta Amado Nervo y con la recomendación de leer la encíclica Dilexit Nos, para centrar nuestra atención en el Sagrado Corazón de Jesús, que nos ama profundamente:

“Día llegará en que mi espíritu no se manche con ningún pensamiento, en que sea sólo como una gran pupila cristalina que contempla la creación”. “El hombre que está mirando las estrellas es parte de las estrellas. El hombre que está mirando el cielo es una parte del cielo. Allí donde llega nuestra insistente mirada, va con ella una prolongación esencial de nuestro yo”.

Voces en el tiempo. Martha Moreno