Una frase que me impactó del Papa Francisco y que la encontré en la bula de convocación para el jubileo 2025 es la siguiente: “Necesitamos recuperar la alegría de vivir, porque el ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, no puede conformarse con sobrevivir o subsistir mediocremente, amoldándose al momento presente y dejándose satisfacer por realidades materiales”. Me dejó pensando en nuestros ambientes y en nuestro mundo. ¿Estamos viviendo a plenitud o simplemente sobreviviendo? ¿Se puede apreciar la alegría en los ojos de las personas que vemos pasar? ¿Cómo está la mirada de los jóvenes? ¿Y la de los ancianos?
Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. ¡Qué alegría! Hoy desperté recordando una canción que conocí por mi papá: La Creación, del cantante italiano Piero, radicado en Argentina. La letra de esa canción de los 70’s invita a alabar a Dios y a cantar “aleluya” por las maravillas de su misión creadora. Nos dice que Dios hizo todo bien y que todo es una pista para encontrarlo. Este recuerdo tan lindo de mi papá y de mi infancia lo integro a mi oración y agradecimiento por el Papa Francisco, quien nos condujo a entrar alegremente en la pobreza de espíritu, en el amor y cuidado de nuestra casa común y en ese cántico de las criaturas de San Francisco de Asís.
Al Papa Francisco le gustaba otra canción de Piero: Mi Viejo, y en muchas ocasiones habló sobre el cariño y la atención que debemos tener por nuestros mayores. La alegría, de la que hablaba al principio, la tenemos que integrar a nuestras vidas y compartirla con los que están en soledad o tristeza: “Yo soy tu sangre mi viejo, soy tu silencio y tu tiempo”. Acabamos de estar mi esposo y yo en una misa donde sobresalían dos grupos de personas: los viejitos y los niños pequeños. Eso me recuerda todas las veces que el Papa insistió en ese encuentro que se debe dar entre los que van llegando y los que van de salida; los niños y los abuelos, como signo de unidad, esperanza y confianza en el plan de Dios.
Este 2025 es un año de celebración, y la partida del Papa Francisco justo en el lunes de Pascua, semana de la máxima alegría, nos muestra el rumbo que pueden tomar nuestras vidas si valoramos el gozo que viene de la entrega y de ese darnos a los demás. El salir de nosotros mismos y voltear a las periferias, donde están los que sufren y son olvidados, es fuente de paz para el alma y nos lleva a transformar nuestra vida, haciéndonos entrar en niveles superiores de felicidad. Yo fui feliz el día en que el Papa Francisco, durante la pandemia, anunció que el beato Carlos de Foucauld iba a ser canonizado. Por años había sido mi director espiritual en el cielo y yo rezaba mucho por su canonización. Carlos de Foucauld, el hermano universal, se dejó modelar por el Corazón de Jesús al buscar albergar la totalidad de la humanidad doliente en su corazón fraterno. Siempre quiso imitar a Jesús y hacer lo que Jesús hubiera hecho en su lugar. Por gracia de Dios y cariño de mi familia, pude asistir a la canonización del beato Carlos y ver al Papa Francisco. Todavía sigue mi vida, por ese momento, en continua acción de gracias.
La alegría también la podemos encontrar en la esperanza que viene de la Cruz. El Papa Francisco admiraba la Crucifixión Blanca del pintor Chagall. Esa obra pictórica está cargada de un sentimiento de pérdida y dolor, pero, en contraste, Jesús en la Cruz se ve iluminado por una luz blanca que es la esperanza, la confianza y la salvación.
Les comparto unas palabras sobre Santa Teresita del niño Jesús que el Papa Francisco nos dejó en la exhortación apostólica Cést la confiance: “En un tiempo que nos invita a encerrarnos en los propios intereses, Teresita nos muestra la belleza de hacer de la vida un regalo. En un momento en que prevalecen las necesidades más superficiales, ella es testimonio de la radicalidad evangélica. En un tiempo de individualismo, ella nos hace descubrir el valor del amor que se vuelve intercesión. En un momento en el que el ser humano se obsesiona por la grandeza y por nuevas formas de poder, ella señala el camino de la pequeñez. En un tiempo en el que se descarta a muchos seres humanos, ella nos enseña la belleza de cuidar, de hacerse cargo del otro”.
Son tantas las bendiciones que recibimos por el pontificado del Papa Francisco, que es menester continuar nuestro agradecimiento y oración por lo que sigue en nuestra vida comunitaria en la Iglesia. Nos seguimos encomendando a la Virgen María, Salus Populi Romani; a María Desatanudos; a María, Madre de la Iglesia. María, causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.
Voces en el tiempo
Martha Moreno
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