Frente al año 2019, que se nos presenta como un huésped necesitado de ser recibido con hospitalidad y alegría, quiero de corazón presentarle a Dios un himno de confianza.
La confianza la podemos entender como la esperanza firme que tiene una persona de que algo suceda, sea o funcione de una forma determinada, o en que otra persona actúe como ella desea. Otra definición de confianza es: seguridad, especialmente al emprender una acción difícil o comprometida. ¿En dónde o en quién tenemos nosotros puesta nuestra confianza? ¿Estamos iniciando temerosos, confusos, o realmente anclados en nuestra fe en Dios?
Hace poco, leyendo unas cartas que intercambiaron dos grandes escritores del siglo XX, sentí un gran consuelo al captar el valor de la amistad como fuente de confianza y de paz. Estos amigos eran Jacques Maritain, filósofo y humanista cristiano, y Julien Green, escritor converso. Julien le escribió lo siguiente a Jacques: “Las pocas horas que pasamos Anne y yo con ustedes, me dejaron una maravilloso recuerdo. El mundo, que se presenta tan amenazante, no cambia. Pero tú, mi amigo, estás también en él, y la paz que brindas, sin siquiera darte cuenta, me hace ver que nada realmente malo me puede pasar mientras estés aquí, y eso es porque, aunque todo avance a la perdición, tú sigues siendo amigo de Dios. Reza por mí. Tengo grandes deseos de dejar este mundo, pero aún a pesar de ello, siento que mi lugar sigue aquí y debo de pedir a Dios que me convierta en un verdadero cristiano”.
Una persona que vive unida a Dios puede generar un clima de confianza a su alrededor y eso alcanza un gran valor en tiempos de incertidumbre. ¿Cómo tener un amigo así o ser ese amigo que vive totalmente abandonado en Dios? Hoy les comparto dos oraciones que nos pueden ayudar a vivir el valor de la confianza:
- Acto de abandono del beato Carlos de Foucauld:
“Padre mío, me abandono a Ti. Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco, estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que Tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas, no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos. Te la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo, y porque para mí amarte es darme, entregarme en Tus manos sin medida, con infinita confianza, porque Tú eres mi Padre”.
- Oración de la confianza de San Claudio de la Colombiere (fragmento)
“Estoy tan convencido, Dios mío, de que velas sobre todos los que esperan en Ti, y de que no puede faltar cosa alguna a quien aguarda de Ti todas las cosas, que he determinado vivir de ahora en adelante sin ningún cuidado, descargando en Ti todas mis solicitudes: «en paz me duermo y al punto descanso, porque tú, Señor, me has afirmado singularmente en la esperanza» (Sal 4,10)… En fin, para mí es seguro que nunca será demasiado lo que espere de Ti, y que nunca tendré menos de lo que hubiere esperado. Por tanto, espero que me sostendrás firme en los riesgos más inminentes y me defenderás en medio de los ataques más furiosos, y harás que mi flaqueza triunfe de los más espantosos enemigos. Espero que Tú me amarás a mí siempre y que te amaré a Ti sin intermisión, y para llegar de un solo vuelo con la esperanza hasta dónde puede llegarse, espero a Ti mismo, de Ti mismo, oh Creador mío, para el tiempo y para la eternidad. Amén”
Para estar tranquilos y seguir confiando no necesitamos que las cosas sean perfectas. En muchas ocasiones las sacudidas de la vida nos hacen crecer. La paz y la calma son aspiraciones loables. Lograr serenidad plena se considera como un obsequio inmerecido de la vida porque normalmente ésta es sacudida por oleadas de angustia y violencia. Pero si pensamos en los navegantes, permanecer en un mar en calma es tenebroso. Así lo expresó el escritor Goethe en su poema Mar en Calma y viaje feliz (próspero viaje) que fue llevado al arte musical por grandes artistas como Beethoven y Mendelssohn. Si falta el viento se acaba la travesía y se genera un clima de miedo. ¿Serán necesaria la agitación y la tormenta para llegar felices a un puerto? ¿Será la paz perfecta sinómino de estancamiento? ¿Dejaremos la calma como premio para el final de una aventura en la que hayamos entablado amistad con huracanes y temblores molestos?
Normalmente buscamos tranquilidad y la necesitamos. Sin embargo, muchas veces las pruebas de movimiento son necesarias para llegar a esa calma que brinda el Sagrado Corazón de Jesús como fuente de confianza.
El beato Carlos de Foucauld nos invita a recibir cada instante de nuestra vida con la plena confianza de que, a pesar de las dificultades, Dios nunca nos abandona: “Hay que trabajar toda nuestra vida en angustia temporum. Las dificultades no son más que un estado pasajero que hay que dejar pasar como una borrasca , para ponernos al trabajo cuando el tiempo esté calmado; no, ellas son el estado normal; es necesario pensar, vivir toda nuestra vida para las cosas buenas que queremos hacer, in angustia temporum…”
Que este año, que se nos ofrece como regalo de vida para compartir, sea un viaje próspero y feliz, tanto en la calma como en las tormentas. Que sepamos abandonarnos de tal manera en Dios que podamos ser fuente de confianza para las personas que estimamos y tenemos a nuestro alrededor.
VOCES EN EL TIEMPO
MARTHA MORENO
Leave A Comment
You must be logged in to post a comment.