Por más difícil que parezca nuestra vida, o por más insignificante que sintamos que ésta sea, es preciosa ante Dios, al igual que Cristo es precioso ante Dios. En cada persona en la que Cristo vive, vive también el infinito amor de Dios, concentrado en cada instante. Es importante recordar esta gran verdad en todo momento, en especial en estos días de Navidad. El niño Jesús, que tiene las dos naturalezas: divina y humana, está aquí para restaurarnos en esa imagen y semejanza de Dios, que tan fácilmente olvidamos.
Gracias a Jesús, como lo dijo Pascal, podemos realmente conocernos a nosotros mismos. Gracias también a Jesús, podemos conocer a Dios Padre que nos ama. Jesús es el camino, la verdad y la vida. Hoy está con nosotros en la figura más vulnerable, más tierna, más invitante: un recién nacido que nos enseña a ser obedientes, humildes, generosos, auténticos y bondadosos.
¿Qué más nos enseña este niño?
Son muchas sus enseñanzas. Jesús nos enseña:
- A valorar el tesoro de la familia.
- A no depender de lo meramente material.
- A liberarnos del egoísmo que nos aprisiona.
- A aprender a escuchar el maravilloso canto de los pastores, de los ángeles, de la creación de Dios, de la música de Dios.
- A darnos cuenta de que nuestra vida no se debe centrar en nosotros mismos, sino en el proyecto de Dios sobre nosotros.
- A reconocer la superioridad del “ser”, sobre la del “tener, hacer o pretender”.
- A abrazar la verdad, la bondad, la belleza y la unidad.
- A creer.
- A asombrarnos ante lo ordinario y no sólo ante lo extraordinario.
- A aprender a recibir regalos, en particular la gracia de Dios y los sacramentos.
- A amar a nuestros enemigos.
- A dar todo de nosotros, como lo hizo Él, y como lo hicieron María y José, Sagrada Familia de amor.
- A valorar la realidad de la persona humana como unidad bio-psico-social con finalidad trascendental que se perfecciona en la entrega. Somos únicos, irrepetibles y muy amados por Dios.
- A reconocer las dos ciudades que conviven en este mundo: la terrenal y la celestial, para elegir la única y verdadera: la ciudad de Dios a la que estamos todos llamados e invitados.
- A ver y a escuchar, reconociendo no sólo lo visible, sino también lo invisible.
- A mirar con amor a nuestro prójimo: es en el servicio al hermano donde podemos encontrar nuestra salvación.
- A perdonar.
- A orar.
- A volvernos nuevamente niños.
- A seguir las inspiraciones del Espíritu Santo.
- A valorar a nuestros amigos, tanto de la tierra como del cielo
- A amar a su madre, nuestra madre María.
- A reconocernos hijos muy amados de Dios, conocimiento que nos ayuda a superar nuestras inseguridades, confusiones, obsesiones y superficialidades.
- A ser quien tenemos que llegar a ser.
Dios los bendiga en este tiempo santo de Navidad. Los dejo con esto pensamientos de algunos de mis amigos de estas Voces en el Tiempo:
“Debido a la Encarnación, nuestra vida natural se vuelve sobrenatural. El amor se ha encarnado. Dios se ha vuelto humano. Debido al nacimiento de Cristo, una nueva fuente de bondad está surgiendo. La santidad se ha vuelto la completitud de la naturaleza: el cumplimiento de la ley”. Caryll Houselander.
“Aceptarse tal como uno es; aceptar la vida como es; esos son los dos elementos básicos de la simplicidad y humildad de la infancia. Pero una cosa es decir esto y otro vivirlo. ¿Qué se necesita? Primero que nada, el abandonar toda irrealidad sobre nosotros mismos… Si tenemos miedo de conocernos por lo que en realidad somos, es porque no tenemos la más mínima idea de quién somos. Es porque no tenemos idea del milagro dador de vida amorosa que somos. Ningún tipo de pretensión puede acercarse a la maravilla de la verdad en nosotros, no irrealidad puede acercarse a nuestra realidad. Somos otros Cristos. Nuestro destino es vivir la vida de Cristo; llevar la vida de Cristo al mundo; aumentar el amor a Cristo en el mundo; dar la paz de Cristo al mundo”. Caryll Houselander.
“Nuestros momentos más felices son aquellos en los que nos olvidamos de nosotros mismos, generalmente al ser amables con otra persona. Ese minúsculo momento de abdicación es un acto de verdadera humildad: el hombre que se pierde se encuentra a sí mismo y encuentra su felicidad”. Venerable Fulton Sheen.
“La belleza del mundo es la sonrisa llena de ternura que Cristo nos dirige a través de la materia. Él está realmente presente en la belleza universal. El amor a esta belleza procede de Dios descendiendo a nuestra alma y va hacia Dios presente en el universo. Es también algo semejante a un sacramento”. Weil, Simone.
VOCES EN EL TIEMPO
MARTHA MORENO
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