Este escrito tiene como origen un viaje a Chicago. Cuando supe que conocería la ciudad de los vientos, recordé que mi papá me platicó sobre el tiempo que vivió su abuelo materno en Chicago (10 meses) por la Exposición Mundial Colombina de 1893. Él formaba parte de la comisión mexicana de agricultura y dejó documentadas todas sus vivencias en su diario. Me llamó mucho la atención, al leer sus narraciones, lo siguiente:

  1. Tenía 21 años y su papá había fallecido dos años antes. Era impresionante su madurez en esa edad.
  2. Siempre estaba leyendo, y cuando leía, pensaba en sus familiares y amistades que pudieran beneficiarse de su lectura. Tenía vocación de maestro.
  3. En sus anotaciones describía todos los encuentros que tenía con personas y lo que aprendía de ellas.
  4. Cuando llegó a Chicago buscó a su padrino, el diplomático y escritor Matías Romero. No había los medios de comunicación que tenemos ahora, por lo que tardó varios días en coincidir con él en los eventos de la feria.
  5. Se fijaba mucho en las costumbres y las comparaba con las de México.
  6. Le impresionó mucho que en un país que se proclamaba libre (Estados Unidos) se permitiera tanto racismo.
  7. Continuamente estaba caminando y moviéndose.
  8. Le gustaba mucho hacer propuestas y resolver problemas.
  9. Ya traía en su mente y en su corazón un proyecto de vida enfocado en la creación de una escuela de agricultura y en la formación de una familia.
  10. En su diario anotaba la música de su tiempo que le llegaba al alma. Me encantó encontrar “Sobre las Olas” de Juventino Rosas y “Las Ondas del Danubio” de Ivanovici. Son piezas que yo aprendí de niña en el piano.

Durante nuestra estancia en Chicago, mi esposo y yo fuimos a un concierto en la Orquesta Sinfónica de Chicago. Se presentó el violinista Joshua Bell interpretando “Los Elementos”. Bell reunió a los mejores compositores de la actualidad para crear una obra al estilo de las Cuatro Estaciones de Vivaldi o Los Planetas de Holst. No sé por qué, pero cada uno de los elementos (tierra, agua, viento, fuego y espacio) tocaron mi corazón y me llevaron a emprender un viaje interior al año 1893, año de la feria mundial de Chicago, pero también año de grandes hombres y mujeres de Dios. Les comparto ese ejercicio de unir un tiempo de santos con la música de la naturaleza en el año 1893:

TIERRA: Santa Catalina Drexel (1858 – 1955) fue una religiosa, educadora y misionera norteamericana. Fundó a las hermanas del Santísimo Sacramento para los nativos y personas de color. Dedicó su fortuna personal a su trabajo, estableciendo sistemas escolares y misiones en todo el país. Fundó la Universidad Católica Xavier para afroamericanos. En una gira europea, preocupada por la gran necesidad que tenían los indios americanos, le pidió al Papa Leon XIII que enviara más misioneros a Wyoming. El Papa Leon le respondió: – ¿Por qué tú no te haces misionera? -. En el año 1893, el fundador de la abadía de Belmont, que se había propuesto construir una catedral y se había quedado sin fondos, pide ayuda para su obra. La donante fue la Madre Catalina Drexel. Su única condición fue que se les concediera lugares especiales a los afroamericanos. Ella donó muchos terrenos para misiones y por eso la relaciono con la “tierra” que quiso compartir.

AGUA: Santa Francisca Xaviera Cabrini (1850 – 1917). Fue una monja italiana, la primera ciudadana estadounidense en ser canonizada. Murió en la ciudad de Chicago en 1917, ciudad en la que desarrolló su misión por muchos años. Es la patrona de los migrantes. La relaciono con el agua porque tuvo que atravesar el océano para la misión que le pidió Jesús. Tuvo una audiencia con el Papa Leon XIII que la llevó a escribir lo siguiente: “A partir de este momento tendremos que dirigir nuestros pensamientos a América y pronto vamos a cruzar el océano con la más profunda alegría en nuestro corazón”. Hay una carta que escribe en un barco que titula: “Entre una y otra ola”, donde narra cómo sus hermanas religiosas, al ser aniversario de su profesión, se entristecieron por saber que, en el mar, ella no podría comulgar. La madre Cabrini agradeció su piadoso sentimiento, pero les recordó que Jesús seguía palpitando en su corazón: “Aunque aquí, en el mar, nos hallamos lejos del Santo Tabernáculo del amor, sin embargo, también aquí se halla la escala misteriosa que llega al cielo, recordando el sueño de Jacob”. En el año 1893, en un retiro que inició el día de la Asunción de la Virgen María, escribió: “Vengo de la nada, soy nada también ahora, sólo un soplo de Dios que obra y actúa movida por Él mismo”.

VIENTO: San Carlos de Foucauld (1858 – 1916) fue un explorador, militar, monje trapense y sacerdote que descubre su vocación para servir a Jesús en la vida de Nazaret. Lo relaciono con el viento por su misión en el desierto del Sahara (los vientos del Sahara), en Argelia. Su obra, aparentemente fallida, se multiplicó, después de su muerte, en comunidades, congregaciones, fraternidades y hermandad universal. En 1893 se encontraba en la Trapa de Akbés, en Siria. Les comparto estas palabras de una carta que escribió: “En un tiempo de grandes penas, hacia navidad de 1893, no sabiendo dónde refugiarme, me puse de todo corazón bajo la protección de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, suplicándole guiara mis pasos, como había guiado los del niño Jesús, y que me condujera en todo de manera que no ofendiera a Dios, que fuera, por el contrario, motivo de consuelo para nuestro Señor Jesús…”

FUEGO: Santa Teresita del niño Jesús (1873 – 1897). La Historia de un Alma, su autobiografía, inicia con estas palabras de Jesús sobre el fuego: “Fuego vine a traer a la tierra. ¿Qué he de querer, sino que arda?”. Santa Teresita deseaba ardientemente ser atraída a las llamas del amor de Dios, sintiendo que entre más ardiera el fuego en su corazón, más se acercarían las almas a Dios. En el año 1893, Teresita ya estaba en el Carmelo de Lisieux y es nombrada por la madre Inés de Jesús (priora), maestra de novicias suplente. Teresita es patrona de las misiones, aunque nunca salió del convento, porque vivió una profunda vocación misionera desde la oración, el amor y el ofrecimiento total de sí misma a Dios por la salvación del mundo.

ESPACIO: En el espacio sentí presente a la Virgen María como Reina del Universo. En 1893, el Papa León XIII, promulgó la encíclica Laetitiae Sanctae, sobre la devoción al Santo Rosario, recomendándolo para superar los males que aquejan a la sociedad. Esos males los reunió en tres principales: el disgusto de una vida modesta y activa, el horror al sufrimiento y el olvido de los bienes eternos. El Papa explicó las lecciones de cada uno de los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos para vencer el mal. Vale la pena leer esta encíclica y relacionarla con las palabras del Papa León XIV: “El mal no prevalecerá”.

Ahora que hemos dado la bienvenida al Papa León XIV, originario de Chicago, misionero y seguidor del camino de justicia social del Papa León XIII, me pareció un buen momento de compartir la experiencia musical e histórica que tuve en la ciudad de Chicago y que me llevó a profundizar en las vidas de cuatro santos misioneros que coincidieron en el tiempo con mi bisabuelo.

Voces en el tiempo. Martha Moreno.