Hace un tiempo una señora me preguntó: “Padre, ¿Qué dice la Iglesia de los vientres de alquiler? Porque hace poco una amiga, que no ha podido tener hijos, me platicó que ella y su marido decidieron tener un hijo a través de un vientre de alquiler, yo le dije que creía que eso no era bueno, pero ella me respondió que ellos tenían mucho amor para dar y que habían hecho de todo para tener un hijo, además me dijo que también ellos tenían derecho a tener un hijo, como las demás familias, yo no supe qué responderle, por eso mejor quise venir a preguntarle”, yo le dije: “Primero que nada, no existe un supuesto derecho a tener hijos, los hijos son siempre un don de Dios, no un derecho que se reclama. La Iglesia se opone a la técnica de procreación asistida, conocida también como vientre de alquiler, que consiste en implantar un embrión en el útero de una mujer que no es la madre, la cual entrega al bebé, después de un pago acordado, a la pareja solicitante tras el nacimiento. Esto es moralmente ilícito, porque un hijo es siempre un don y nunca el objeto de un contrato. La Iglesia enseña que, en cada momento de su existencia, la vida humana debe ser protegida y defendida. La maternidad subrogada, es una comercialización del cuerpo humano. La práctica de la maternidad subrogada no solo ofende gravemente la dignidad de la mujer y del niño, sino que se basa en la explotación de la situación de necesidad material de la madre, la cual por un pago decide alquilar su vientre”.

La enseñanza de la Iglesia sobre los vientres de alquiler, también conocidos como gestación subrogada o maternidad subrogada, es clara y consistente con su doctrina sobre la dignidad humana, la familia y la ética de la procreación. La Iglesia se opone a la práctica de los vientres de alquiler por varias razones fundamentales:

Dignidad de la persona humana: La gestación subrogada plantea preocupaciones sobre la dignidad y el valor intrínseco de la persona humana. La Iglesia sostiene que la procreación humana debe ser el resultado de un acto de amor entre un hombre y una mujer unidos en matrimonio, y que la concepción y el nacimiento de un niño no deben ser tratados como un producto comercial.

Explotación y mercantilización: La gestación subrogada puede llevar a la mercantilización del cuerpo humano y a la explotación de mujeres que actúan como gestantes subrogadas. La Iglesia está preocupada por la posibilidad de que las mujeres sean tratadas como simples instrumentos para la reproducción y que se vean presionadas a participar en este tipo de prácticas por razones económicas o sociales.

Derechos del niño: La gestación subrogada plantea preocupaciones sobre los derechos del niño concebido a través de este proceso. La Iglesia sostiene que todo niño tiene derecho a ser concebido y criado en el seno de una familia amorosa y estable, y que la gestación subrogada puede plantear desafíos legales y emocionales en términos de identidad, filiación y bienestar emocional.

En síntesis, la Iglesia se opone a la gestación subrogada porque considera que va en contra de la dignidad humana, la integridad de la familia y el bienestar del niño. En su lugar, aboga por enfoques éticos y morales para abordar la infertilidad y otras dificultades reproductivas, como la adopción y la atención médica especializada, que respeten la dignidad de todas las personas involucradas y promuevan el bien común.

         Hasta la semana próxima, si Dios quiere.

Pbro. Eduardo Michel Flores.