Una vez una señora me comentó: “Padre, actualmente es muy común que la gente recurra a tratamientos estéticos, desde el blanqueamiento dental o la depilación láser, hasta una liposucción o una rinoplastia. Ante ello me surge la pregunta: ¿qué enseña la Iglesia sobre estos tratamientos? ¿Son pecado? ¿Son moralmente permitidos?”, yo le contesté: “La Iglesia no tiene un documento oficial que hable de cada tratamiento estético (Botox, liposucción, trasplante capilar, etc.), pero sí ofrece principios claros de moral cristiana que permiten iluminar este campo”.

 

  1. El cuerpo como don de Dios

La fe enseña que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo (1 Cor 6,19-20). Por eso debe ser respetado, cuidado y protegido. Esto significa que no está mal desear verse bien, cuidarse o embellecerse, siempre que se haga de manera ordenada y prudente. La belleza corporal es un valor, pero no absoluto: está subordinada a la dignidad de la persona y a la centralidad de Dios.

  1. Tratamientos no quirúrgicos

Tratamientos como la aplicación de bótox, los rellenos faciales, la depilación láser definitiva, el blanqueamiento dental o el trasplante capilar no son en sí mismos pecaminosos. De hecho, pueden considerarse comparables a arreglarse el cabello, cuidar la piel o llevar ropa adecuada.

El problema surge cuando:

  • Se utilizan de forma imprudente, sin asesoría médica o con sustancias dañinas.
  • Se busca en ellos una perfección imposible, cayendo en la obsesión por la imagen.
  • Se convierten en un gasto excesivo que descuida deberes familiares o de caridad.

Si se aplican con mesura y por razones proporcionales, estos procedimientos son moralmente lícitos.

  1. Cirugías estéticas corporales y faciales

Cirugías como la liposucción, la abdominoplastia, la rinoplastia, el aumento o reducción de mamas, el lifting facial o la bichectomía requieren un discernimiento más cuidadoso. Toda cirugía implica riesgos, por lo cual someterse a una operación únicamente por vanidad o moda puede ser un desorden moral.

Sin embargo, la Iglesia reconoce que la cirugía estética puede estar justificada cuando:

  • Busca corregir malformaciones congénitas o adquiridas (labio leporino, secuelas de accidentes, quemaduras).
  • Ayuda a mejorar la salud física (por ejemplo, reducción de busto para aliviar dolores de espalda).
  • Contribuye al bienestar psicológico razonable, cuando un defecto afecta seriamente la autoestima.

En estos casos, la cirugía estética es lícita. Lo que la Iglesia advierte es contra la superficialidad, el culto al cuerpo o el poner en riesgo la vida por simples motivos de moda.

  1. El peligro del culto al cuerpo

El Catecismo (nn. 2289-2291) enseña que el exceso en el cuidado del cuerpo, el abuso de sustancias o las prácticas que dañan la salud son moralmente reprobables. La obsesión con la estética puede convertirse en una forma moderna de idolatría, en donde el cuerpo se vuelve el centro absoluto y se desplaza a Dios. Un cristiano debe preguntarse siempre:

  • ¿Lo hago para cuidar mi salud y presentarme dignamente?
  • ¿O lo hago movido por vanidad desordenada, obsesión o presión social?

Conclusión

La Iglesia no condena los tratamientos estéticos en sí mismos. Son moralmente lícitos y están permitidos cuando se realizan con mesura, prudencia y recta intención. Se convierten en pecado cuando implican un riesgo innecesario para la salud, cuando nacen de la vanidad desordenada o cuando significan un gasto injustificado.

El cristiano puede recurrir a ellos, siempre que no pierda de vista que la belleza verdadera no está en el rostro perfecto ni en el cuerpo sin arrugas, sino en la santidad de vida y el amor que reflejan el rostro de Cristo.

Hasta la semana que viene, si Dios quiere.

Eduardo Michel Flores.