En cierta ocasión un hombre mayor me preguntaba en su confesión: “Padre, ¿es pecado criticar a los gobernantes?”, y yo le contesté: “Depende del tipo de crítica que se haga y los motivos que lleven a ella”, él me dijo: “¿Cómo que depende del tipo de crítica que se haga? ¿O sea que hay crítica que no es pecado y crítica que sí lo es? ¿O cómo es eso?”, entonces yo le dije: “Mire la crítica a un gobierno o a unos gobernantes funciona como la crítica que hacemos a una persona, es decir, cuando es crítica constructiva y con el deseo de ayudar no es una falta, por ejemplo, cuando los papás comentan sobre la conducta desordenada o sobre algún mal comportamiento de sus hijos de alguna forma los critican, pero lo hacen generalmente por ayudarlos, y eso no es una falta, pero cuando el comentario es solo crítica destructiva, sin ánimo de aportar algo bueno, ni un consejo o una ayuda, entonces se puede volver una falta”, él me interrumpió y me dijo: “Padre, es que a veces yo comento enojado o molesto con mis amigos o familiares las malas decisiones de los gobernantes que le causan daño al país o que vulneran el estado de derecho, ¿acaso es eso pecado?”, yo le dije: “Precisamente es lo que le quiero decir, cuando se hace una crítica destructiva, poco objetiva, incluso marcada por una especie de fanatismo ‘a priori’, contrario al gobierno o a los gobernantes, que incluso antes de que actúen ataca o descalifica cualquier iniciativa, entonces creo que es una falta. Pero si se hace una crítica constructiva, objetiva, bien fundada, basada en la verdad y con el deseo de invitar a reconsiderar las cosas para bien de los gobernados entonces no creo que sea una falta”, entonces dijo: “¿Y participar en marchas o manifestaciones para expresar su descontento con las malas decisiones de un gobierno o de un gobernante es un pecado? Porque el otro día participé en una”, yo le dije: “Mire todos tenemos derecho a manifestar nuestra aprobación o nuestro rechazo a un gobernante o a un gobierno, eso forma parte de la democracia que se ejerce no solo el día de la elección, sino durante el tiempo que dura un gobierno; la Iglesia en su Doctrina Social nos exhorta a ser ciudadanos responsables que no solo el día de la elección participen en las urnas, sino que sean capaces de darle seguimiento a las acciones de los gobernantes, que por otra parte son ‘nuestros empleados’, porque nosotros pagamos sus sueldos con nuestros impuestos, incluso sería una grave pecado de omisión no exigir al gobierno que cumpla su misión; además entre los derechos fundamentales del hombre están ‘la libre expresión’ y el ‘derecho de manifestación’, pero debemos tomar en cuenta lo dicho hasta ahora, es decir, si la manifestación en la que participamos ha sido convocada por grupos radicales que solo buscan desestabilizar al país y la manifestación está marcada  por la expresión pública de ideas marcada por el fanatismo, la burla o la sátira contra el gobierno o los gobernantes creo que no es conveniente participar de ese tipo de manifestaciones radicales, sean del signo que fueren; pero si la manifestación es convocada por los ciudadanos organizados, por organizaciones de la sociedad civil y se hace una serena y objetiva exposición de ideas, una crítica bien razonada basada en la verdad no creo que sea malo participar de ella, al contrario es muy conveniente expresarse, es incluso imperioso hacerlo”.

Amigos, vivimos tiempos en los que caemos con facilidad una ‘hipercrítica’, es decir, criticamos a todos y por todo; vivimos en una época en la que por la exposición constante que la multiplicidad de medios de comunicación hace de lo que realizan los demás nos sentimos con derecho de juzgarlo todo y a todos, así lo hacemos con todos los personajes públicos, con los miembros de la Iglesia, por ejemplo, pero también con el gobierno o los gobernantes en turno, nos sentimos con derecho criticarlo todo y a todos, de forma implacable sentamos en el banquillo de los acusados a todos y los juzgamos y condenamos con suma facilidad; creo que en este estado de cosas se impone la serenidad, la reflexión tranquila y la objetividad, para poder juzgar con ecuanimidad tanto a las personas como a los gobiernos. Y si hay algo digno de crítica hay que señalarlo y proponer soluciones, esa creo será la manera más cristiana y más evangélica de reaccionar frente a situaciones que a nuestro juicio o a juicio de los entendidos no estén bien o deban ser corregidas. Nuestro modelo invariablemente es Jesús quien señaló siempre con objetividad los vicios y los excesos de los poderosos de su tiempo, así fueran del ámbito religioso o político, remitámonos siempre a este ejemplo y actuemos con imparcialidad a la hora de juzgar. Y por supuesto, como dijo san Pablo, no olvidemos de orar por nuestros gobernantes y por quienes detentan cargos públicos para que en el ejercicio de su función se dejen siempre guiar por el Espíritu Santo.

Dios los bendiga.
PADRE EDUARDO MICHEL FLORES