En cierta ocasión un joven me preguntó: “Padre, ¿Cómo se puede distinguir el verdadero y el falso ecumenismo?”, yo le respondí: “Veamos qué es el verdadero y el falso ecumenismo”.

1. El verdadero ecumenismo.

El verdadero ecumenismo nace del deseo de Cristo:

“Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,21).

Este deseo de unidad no es una simple cooperación ni una convivencia cordial, sino una unidad en la verdad y en la fe, fundada en la adhesión a Cristo y a la plenitud de la verdad que Él confió a su Iglesia.

El Concilio Vaticano II, en el Decreto UnitatisRedintegratio (UR), enseña que:

“Este santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la única Iglesia de Cristo, una y única, supera las fuerzas y las capacidades humanas. Por eso se apoya totalmente en la oración de Cristo y en la acción del Espíritu Santo” (UR 24).

Por tanto, el verdadero ecumenismo implica:

Fidelidad a la verdad revelada: no se puede buscar la unidad sacrificando o silenciando aspectos esenciales de la fe católica.
“No hay verdadero ecumenismo sin conversión interior” (UR 7).
Oración y caridad mutua: la unidad se implora, no se negocia. Se ora juntos cuando hay un deseo sincero de caminar hacia la verdad.
Diálogo doctrinal: el ecumenismo no es sólo emocional o afectivo; debe buscar la claridad en las verdades de fe que separan a los cristianos.
Búsqueda de la plena comunión: no se trata de convivir “respetuosamente” en la diferencia, sino de avanzar hacia la unidad visible en la fe, en los sacramentos y en el gobierno apostólico.

El Papa Benedicto XVI lo explicó con precisión:

“La unidad no es fruto de compromisos humanos, sino don del Espíritu Santo. La verdad no se negocia. La caridad sin verdad sería falsa caridad” (Discurso al Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, 2006).

Y el Papa Francisco lo ha reafirmado:

“El verdadero ecumenismo no consiste en rebajar la verdad de la fe, sino en vivir la caridad en la verdad” (Audiencia general, 25 enero 2023).

2. El falso ecumenismo.

El falso ecumenismo aparece cuando, con la excusa de buscar la unidad o el diálogo, se relativiza la verdad de la fe o se coloca todas las confesiones en el mismo plano, como si todas fueran igualmente verdaderas o como si la Iglesia Católica fuera sólo una denominación más.

Este falso ecumenismo se caracteriza por:

Confundir el respeto hacia los no católicos con indiferentismo religioso.
Participar en actos religiosos conjuntos sin clara referencia a Cristo y a la verdad de la fe.
Promover una “unidad sentimental” o “simbólica”, sin conversión ni doctrina.
Silenciar el contenido católico para “no incomodar” o “no dividir”.

El resultado es un ecumenismo de fachada, donde se habla de fraternidad, pero sin caminar hacia la unidad en la verdad y en la fe.

Conclusión

Verdadero ecumenismo: busca la unidad querida por Cristo, en la verdad de la fe y en la comunión plena con la Iglesia; se funda en la oración, la conversión del corazón y el diálogo sincero.
Falso ecumenismo: promueve una unidad aparente, basada en la indiferencia doctrinal o en el silencio sobre las verdades que nos distinguen.

El auténtico ecumenismo no borra las diferencias: las ilumina con la verdad de Cristo para que, un día, todos “tengan un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32) en la única Iglesia fundada por Él.

Hasta la semana que viene, si Dios quiere.

Pbro. Eduardo Michel Flores.