Una vez un joven me preguntó: “Padre, ¿Qué es la Agenda 2030? Porque en la escuela nos hablaron de eso, pero yo he oído opiniones en contra, y como yo no estoy enterado sobre el tema decidí venir a preguntarle”, entonces yo le respondí: “La Agenda 2030 es un plan global adoptado por las Naciones Unidas en 2015, cuyo propósito es abordar desafíos económicos, sociales y ambientales. La Agenda incluye Objetivos de Desarrollo Sostenible que deben alcanzarse para 2030. Estos objetivos abordan cuestiones como la pobreza, la educación, la igualdad de género, la paz, la justicia y el cambio climático, entre otros”.

 

Entre los Objetivos de la Agenda 2030 está el Fin de la pobreza, el Hambre cero, Salud y bienestar, Educación de calidad, Agua limpia y saneamiento, Trabajo decente y crecimiento económico, Reducción de las desigualdades, Acción por el clima, etc.

 

Aunque la Agenda 2030 se presenta como un esfuerzo positivo para abordar problemas globales, tiene sus graves límites.

 

La Agenda 2030 refuerza una visión que se enfoca en soluciones globales centralizadas, muchas veces desconectadas de las realidades locales. Este enfoque beneficia más a grandes corporaciones o gobiernos centralizados, que a las personas o comunidades locales.

 

Carece de mecanismos que garanticen el cumplimiento de los objetivos. Muchos de los objetivos de la Agenda son vagos y carecen de medidas específicas que los países deban cumplir de manera estricta.

 

Bajo el pretexto de “la igualdad de género” y “la salud reproductiva”, se promueven políticas sobre derechos sexuales y reproductivos (como el aborto y la anticoncepción) que se quieren imponer a todos los países del mundo.

 

La Agenda 2030 es vista como una forma de imponer normas y políticas a nivel global que interfieren en la soberanía de los países para tomar decisiones autónomas sobre su desarrollo.

 

Los detractores de la Agenda 2030 dicen que “Aunque bienintencionada en sus metas, es un programa de gobierno supranacional de corte socialista, que pretende resolver los problemas de la modernidad con soluciones que atentan con la soberanía de los Estados-nación y violentan el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad de las personas”.

 

La Iglesia no ha emitido un rechazo generalizado hacia la Agenda 2030, pero ha hecho importantes observaciones sobre ciertos puntos. Es evidente que en principio la Iglesia apoya los esfuerzos por reducir la pobreza, promover la justicia social y cuidar el medio ambiente, todos temas que están en consonancia con la Doctrina Social de la Iglesia, pero es inaceptable que estos temas se alcancen por cualquier medio y a cualquier precio.

 

La Iglesia aboga por un enfoque integral del desarrollo humano, basado en la solidaridad, la justicia y el respeto a la dignidad humana.

 

La Iglesia ha sido muy crítica de varios aspectos de la Agenda, particularmente aquellos relacionados con la imposición de la ideología de género y la mal llamada “salud reproductiva”, que es en definitiva la promoción generalizada del aborto y de la cultura de la anticoncepción.

 

La Iglesia defiende que las decisiones se tomen al nivel más cercano a las personas afectadas. La Iglesia cuestiona aspectos de la Agenda que promuevan soluciones demasiado centralizadas o globalistas, que ignoren la realidad local o la dignidad de los individuos y comunidades.

 

En resumen, mientras la Iglesia valora varios de los objetivos de la Agenda 2030 relacionados con la justicia social y el cuidado del medio ambiente, expresa serias reservas en temas cruciales relacionados con la vida y la familia, y, por tanto, su incompatibilidad con el Evangelio.

 

Hasta la semana que viene, si Dios quiere.

Pbro. Eduardo Michel Flores.