Una vez se acercó un joven y me preguntó: “Padre, ¿Qué dice la Iglesia sobre las cadenas de oración? Porque a mí me mandaron una y me dijeron que si no la continúo me va a caer una maldición”, yo le respondí: “Las cadenas de oración son prácticas en las que se pide a un grupo de personas que oren por una intención específica, y luego se les anima a compartir esa petición con otros, en forma de cadena, para que más personas se unan a la oración”.

La Iglesia enseña que la oración de intercesión, es decir, orar por los demás, es una forma válida de oración. El Catecismo de la Iglesia señala que la intercesión es “una oración de petición que nos conforma y nos une a la oración de Jesús”.

Sin embargo, la Iglesia también advierte contra la superstición y cualquier práctica que trate a la oración como un medio mecánico o mágico para obtener resultados automáticos. Las cadenas de oración que prometen que un deseo se cumplirá si se comparte un determinado número de veces, o que algo malo ocurrirá si no se hace, caen en el ámbito de la superstición. La superstición es “la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que este impone”. Esto ocurre cuando se atribuye un poder automático a ciertas prácticas, sin entender el verdadero sentido de la oración como una relación con Dios.

La enseñanza de la Iglesia aclara que la oración es una expresión de fe y confianza en Dios, y no una transacción o contrato donde, si se cumplen ciertos requisitos (como compartir un mensaje), Dios automáticamente concederá lo que se pide. Dios no responde a la oración por la cantidad de veces que se reza o se comparte, sino según su voluntad divina, que siempre busca el bien mayor para las personas, incluso si eso no coincide con los deseos inmediatos.

Cuando una cadena de oración se basa en la idea de que “si no compartes este mensaje, algo malo te pasará” o que “si lo compartes con un número de personas, tu deseo se cumplirá”, se está desvirtuando el sentido de la oración y la fe. Se convierte en una práctica basada en el miedo o en la manipulación emocional, lo cual no es compatible con la fe cristiana.

Las cadenas que promueven la idea de que Dios cumple automáticamente los deseos de alguien simplemente por compartir un mensaje pueden llevar a una concepción errónea de Dios, presentándolo como un ser que responde a estímulos mecánicos o numéricos, en lugar de un Dios personal que actúa con libertad, amor y sabiduría. La oración auténtica es un acto de confianza en la voluntad de Dios, no un intento de manipularlo.

Estas cadenas fomentan una falta de confianza en la providencia divina, ya que sugieren que el resultado de una oración depende de un comportamiento externo (como reenviar un mensaje) más que de una auténtica relación con Dios. Esto debilita la verdadera espiritualidad y el sentido de entrega a la voluntad de Dios.

La Iglesia valora la oración de intercesión y el poder de la comunidad en oración, pero rechaza las prácticas supersticiosas que transforman la oración en un acto mecánico o mágico. Las cadenas de oración que prometen resultados automáticos al compartirlas no son compatibles con la Revelación divina, ni con la enseñanza de la Iglesia, ya que desvirtúan la fe auténtica y promueven una visión equivocada de la oración y de Dios.

Hasta la próxima semana, si Dios lo permite.

Pbro. Eduardo Michel Flores.