Hace unos días vino una señora a confesarse y al final de su confesión me decía: “Padre, he criticado mucho a algunos obispos y sacerdotes que han cerrado sus templos en este tiempo de pandemia, pero lo peor es que no estoy arrepentida, porque yo me pregunto ¿No cree usted que cerrar los templos revela falta fe?”, yo le dije: “Mire, creo que cerrar o no un templo en tiempos de pandemia no es cuestión de tener fe o de no tenerla, sino más bien es cuestión de sentido común, porque a los sacerdotes, como encargados de una comunidad, nos corresponde ver no solo por la salud espiritual, sino también por la salud corporal de los fieles que asisten a una iglesia, por eso cuando las autoridades civiles determinan que es riesgoso tener abierto un lugar de culto, porque puede propiciar contagios, entonces el sacerdote debe ver por el bien de sus fieles y cerrar el templo”, entonces ella me dijo: “Padre, pero ¿no cree que es falta de confianza en Dios creer que Él pueda permitir que nos contagiemos al venir a rezar al templo?”, yo le dije: “Mire, yo creo que no podemos tentar a Dios de esa manera, si las autoridades de salud determinan, en base a sus conocimientos científicos, que la situación es apremiante por el creciente número de contagios, entonces no podemos ignorar su llamado a extremar precauciones y hacer lo contrario alegando tener fe y desafiando las disposiciones sanitarias. Sería tanto como pasarse un semáforo en rojo en una avenida muy transitada y decir ‘como tengo fe en Dios no me pasará nada’, eso es tentar a Dios y arriesgarse a provocar un grave accidente por imprudencia o ligereza”. Entonces ella insistió: “Padre, pero ¿no cree que el poder de Dios sea más grande que el virus de esta pandemia?”, yo le dije: “Evidentemente, el poder de Dios es más grande que este y cualquier virus y más grande que esta y cualquier otra enfermedad, pero el punto es que no podemos alegar que el poder de Dios es más grande que el de un virus para no protegernos, o no cuidarnos o no llevar a cabo las medidas pertinentes. Sería como si una persona tuviera un tumor operable y decidiera no operarse porque afirma tener una fe muy grande en que Dios la va a curar sin operación. Si Dios ha dado el conocimiento a los médicos para que ellos puedan operar a una persona de un tumor entonces debemos ponernos en sus manos sabiendo que ese es el medio por el que Dios quiere que nos curemos, ¿no le parece?”. Ella me dijo: “Pues viéndolo de esa manera tiene razón padre, ya no voy a criticar a los sacerdotes u obispos que cierran los templos, ya entendí que ellos lo hacen por nuestro bien. Le agradezco mucho que me haya explicado esto que no sabía”.
Los fieles cristianos deben confiar más en sus pastores y ser mas obedientes a ellos, estamos viviendo una situación que a todos nos desconcierta, es una situación inédita, estos días de incertidumbre y desconcierto provocados por la pandemia han llevado a los pastores a tomar medidas extraordinarias y ha habido mucha gente dispuesta a criticar a los pastores y a rebelarse a sus decisiones, comenzando por no querer recibir la comunión en la mano, y luego criticando la decisión de suspender las misas con participación de fieles y ahora reprobando el cierre de los templos y capillas. Les puedo asegurar que ninguna de estas medidas ha sido tomada a la ligera y menos de mala fe; al contrario, se han tomado mirando por el bien y la salud de los fieles. Es necesario crecer en la humildad y en la obediencia para someterse de buena gana a las disposiciones de nuestros pastores. El demonio se disfraza para engañarnos, recordemos que Adán y Eva cayeron en el pecado de la desobediencia porque por soberbia desconfiaron de Dios y le creyeron a Satanás; cuidado con dejarse engañar por el diablo, que nos hace desobedientes y rebeldes frente a las disposiciones de la Iglesia y de nuestros pastores. El Señor nos conceda crecer en la humildad y en la obediencia.
Dios los bendiga, nos leemos la próxima.
Pbro. Eduardo Michel Flores.
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