En cierta ocasión un joven me preguntó: “Padre, ¿existe realmente el diablo? Porque una vez escuché a un conferencista decir que el diablo no existe, que es un símbolo del mal que usaron los antiguos para proyectar en él todo lo malo; pero yo aprendí desde pequeño que el diablo sí existe, por eso mejor quise preguntar”, yo le respondí: “Según la enseñanza de la Iglesia, el diablo es una realidad existente y no solo un símbolo del mal. La existencia del diablo, también conocido como Satanás o Lucifer, está firmemente arraigada en la doctrina de la Iglesia y se encuentra respaldada por la Sagrada Escritura y la Tradición”.

En la Sagrada Escritura, la historia de la serpiente que tienta a Eva, ha sido entendida como una referencia a Satanás (Gen 3,1-15). En el libro de Job, Satanás acusa a Job en el tribunal celestial (Job 1-2).

Los Evangelios se refieren al diablo en diversas ocasiones, cuando Jesús es tentado en el desierto (Mt 4,1-11, Lc 4,1-13); cuando Jesús habla de Satanás como el “padre de la mentira”: “cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8,44); cuando Jesús se refiere a Satanás como el “príncipe de este mundo”: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (Jn 12,31). Estos pasajes indican que Jesús reconoce la influencia y el poder de Satanás en el mundo, pero subraya su derrota final a través de la obra redentora de Cristo.

San Pablo habla del diablo como un ser activo en el mundo: “Revístanse de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo” (Ef 6,11-12). El Apocalipsis describe la batalla entre el arcángel Miguel y sus ángeles contra el dragón (Satanás) y sus ángeles: “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (12,7-9).

El Catecismo de la Iglesia enseña la existencia del diablo y su papel en el plan de Dios: “Habla de la creación de los ángeles, su caída debida al pecado y la existencia de Satanás como un ángel caído” (391-395). “Dice que el pecado del hombre fue precedido por el pecado de un ángel. Este ángel caído, llamado ‘Satanás’ o ‘diablo’, era antes un ángel bueno, creado por Dios” (391). “Explica cómo Satanás se opone radicalmente y por siempre a Dios y a su obra” (394). “Dice que el poder de Satanás no es infinito. Solo es una criatura, poderosa por ser puro espíritu, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios” (395).

La Tradición de la Iglesia ha sostenido consistentemente la realidad del diablo. Los Padres de la Iglesia, como San Agustín, San Ambrosio y San Jerónimo, escribieron extensamente sobre la realidad de Satanás y sus intentos de desviar a los fieles de Dios.

El Magisterio de la Iglesia ha reafirmado la existencia del diablo. El Concilio IV de Letrán declaró: “la creación de los ángeles buenos y su subsecuente caída, liderada por Lucifer”. El Papa Pablo VI, en una audiencia general afirmó: “El mal no es simplemente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y aterradora. Se le llama el Demonio”.

Según la enseñanza de la Iglesia, el diablo es una realidad personal y espiritual, no una simple metáfora del mal. Esta creencia está basada en la Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. La existencia del diablo y su oposición a Dios debe llevar a los fieles a estar vigilantes y a confiar en la protección de Dios contra las fuerzas del mal.

Hasta la próxima semana, si Dios quiere.

Pbro. Eduardo Michel Flores.