Hace un tiempo vino un joven al confesionario y me preguntó: “Padre, ¿Es pecado usar el teléfono celular durante la misa?”, yo le pregunté: “¿Por qué me preguntas eso? ¿Tú lo has hecho?”, entonces él me respondió: “Así es padre, soy muy obsesivo con mi teléfono celular, reviso los mensajes constantemente, veo si nadie me ha llamado, todo esto lo he hecho durante la misa, incluso hasta me he salido de la misa para contestar una llamada”, yo le pregunté: “Y ¿Por qué miras tanto tu teléfono? ¿Acaso eres médico y esperas algún mensaje o llamada de algún paciente o alguna emergencia? Porque en ese caso estaría justificado que trajeras tu teléfono encendido y que lo estuvieras revisando constantemente, de otro modo no se entendería”, él me dijo: “No padre, no soy médico y la verdad es que no espero un mensaje urgente, ni nada por el estilo, más bien creo que el celular ya me creó un vicio, a veces me pregunto si no seré adicto al celular”, yo le dije: “Efectivamente puede que tengas ya una adicción al teléfono celular, eso lo tendría que determinar un psicólogo o un psiquiatra, pero como norma general sí es una falta de respeto al Señor estar mirando el celular durante la misa, e incluso salir a contestar una llamada intrascendente, lo más conveniente, para evitar distracciones, es apagar el celular al entrar a una iglesia y mantenerlo así durante la celebración, a menos que, como ya dije, se tenga una profesión que exija tener el teléfono encendido todo el tiempo, por la gravedad de las responsabilidades que uno tiene, como las de un médico, en tal caso se le pediría que ponga su celular en silencio y que no lo mire, salvo si vibra por una llamada de emergencia, pero si no se tiene ninguna situación apremiante, como un enfermo grave en casa, lo más conveniente será apagarlo”, él me respondió: “Tiene razón padre, eso haré cada que entre en una iglesia, apagaré el celular para evitar distracciones innecesarias, a ver si puedo controlar la ansiedad”, yo le dije: “Si tener el celular apagado te produce ansiedad, probablemente tengas una adicción, en tal caso, debes acudir a un especialista para que te ayude a superarla”, él me dijo: “Eso haré padre, muchas gracias”.

Hoy el teléfono celular se ha convertido en un artículo esencial para la vida de muchas personas, y para muchas se ha convertido en una verdadera adicción. Muchas personas hoy viven gran parte de su vida a través de una pantalla de celular. Los especialistas dicen que en promedio, una persona ve su celular unas ciento cincuenta veces al día, esta cifra representa unas diez veces por hora, y algunas lo ven muchas más. En las salas de espera, en los elevadores, en las tiendas, en la fila del súper, en el trabajo, en la casa, en el cine, en el teatro, en el estadio, caminando por la calle, manejando el coche, durante la comida, antes de dormir y al despertar, en cualquier momento y en cualquier lugar se puede ver a muchísimas personas mirando su celular. Muchas personas consideran que sus celulares son tan indispensables, al grado que regresarían a su casa si lo llegaran a olvidar al salir de ella. El celular ha transformado nuestros hábitos como seres humanos, como la conversación y la convivencia. Para bien o para mal el celular se ha convertido en una extensión de las personas. Y para muchos se ha vuelto una adicción. Y esta adicción está impactando con más fuerza a los niños y a los jóvenes. Y no es para menos si pensamos que en muchos casos lo primero que vieron al nacer, no fue precisamente el rostro de su madre, sino un teléfono celular grabando el video de sus primeros minutos de vida. El uso excesivo del celular puede tener graves consecuencias. Los psicólogos señalan que la nomofobia o trastorno siquiátrico de adicción al celular, puede generar malestares en articulaciones, ojos, huesos y oídos hasta insomnio, depresión y ansiedad. Si se tiene alguno de estos síntomas hay que acudir a un especialista que ayude a superar la adicción y recuperar la salud. Dios nos quiere libres de cualquier esclavitud o adicción, no dejemos que el celular nos esclavice o nos haga pecar.

Que Dios los bendiga, nos leemos la próxima semana.

Pbro. Eduardo Michel Flores.