En cierta ocasión una joven entró en el confesionario y me preguntó: “Padre, ¿Cómo se puede saber si una persona profesa realmente la fe católica?”, yo le respondí: “¿Por qué me preguntas eso?”, ella me respondió: “Es que el otro día escuché una discusión entre dos amigas mías y ambas afirman ser católicas, pero piensan muy distinto la una de la otra”, yo le pregunté: “¿Como en qué cosas piensan distinto?”, ella me dijo: “Una apoya el aborto y la otra está en contra; una apoya el matrimonio de personas del mismo sexo y la otra está en contra; una está a favor del sacerdocio femenino y la otra está en contra; una está a favor de que se le dé la comunión a todo el que la pida, incluso a los protestantes, y la otra dice que se le dé solo a los católicos que estén preparados; una critica mucho al Papa y se rebela ante sus decisiones y la otra lo defiende y obedece; una está a favor de las uniones libres y la otra en contra; y sin embargo ambas insisten en ser católicas, pero yo no creo que se pueda tener opiniones tan distintas en temas tan controvertidos y tener la misma fe católica”, entonces yo le dije: “Tienes razón, no se puede ser católico solo por decirlo, para ser católico se necesita que nuestra fe esté en perfecta continuidad con la fe de los primeros cristianos, en plena consonancia con la Palabra de Dios, con la Tradición y con el Magisterio de la Iglesia”, entonces ella me preguntó: “¿Y eso qué significa?”, yo le contesté: “Eso significa que la fe católica se debe mostrar en situaciones concretas de la vida, por ejemplo, quien tiene fe católica no puede estar a favor del aborto, porque es un asesinato, desde cualquier punto de vista; si una persona tiene fe católica no puede apoyar el matrimonio entre personas del mismo sexo, porque sabe que el plan de Dios sobre el matrimonio y sobre la familia tiene su fundamento únicamente en la relación entre un hombre y una mujer; quien tiene fe católica no puede estar a favor del sacerdocio femenino, porque sabe muy bien que Cristo quiso que el ministerio ordenado lo ejercieran hombres; si alguien tiene fe católica no puede estar de acuerdo en que se le dé la comunión a todos sin distinción, incluyendo a los protestantes, porque sabe lo trascendental que es la presencia real de Cristo en la Eucaristía, y respeta y honra esa presencia; quien tiene fe católica respetará al Santo Padre y lo obedecerá, sin titubear, porque sabe que Cristo fundó su Iglesia sobre san Pedro y sus sucesores; si una persona tiene fe católica no considerará buenos los comportamientos inmorales, como por ejemplo que una pareja viva junta sin casarse; de lo contrario tendría una fe diferente, pero no católica, y no es una cuestión de quién es bueno o quién es malo, porque luego hay quien dice ‘pero ella es una buena persona’, y se puede responder, ‘no lo dudo, pero no es católica’”.

En la actualidad hemos llegado al punto de creer ambiguamente que alguien es “buen católico” si no comete delitos, si es ecologista, si hace obras sociales, todo eso está bien, quién lo duda, pero no es lo que nos distingue como católicos, para que una persona pueda ser considerada católica hay que tomar en cuenta la fe que profesa y las verdades de fe que acepta y practica; por tanto, no es un tema de bondad o de maldad, es decir, no es cuestión de si quien profesa la fe católica es más bueno que quien no lo hace, en ningún momento debe un católico sentirse más bueno que nadie, solo por el hecho de ser católico, pero hay que hablar con claridad, es un hecho que quien profesa y practica la fe de la Iglesia es católico y quien no lo hace no lo es, es simple, es una cuestión elemental de identidad acerca de quién es católico y quién no lo es. No tengamos miedo de llamar las cosas por su nombre, vivimos un tiempo en el que decir la verdad puede ofender a alguien y preferimos no decirla para no meternos en problemas. Ya basta de indefiniciones y de ambigüedades. 

Que Dios los bendiga. Nos leemos la próxima semana.

Pbro. Eduardo Michel Flores.