“Cuando Dios llega, es que ya estaba presente. A donde llega, ya estaba allí”
Juan de Ruysbroek, místico flamenco
Ni la aventura más fantástica
o la carrera más prominente,
ni la familia perfecta
o el poder a manos llenas;
ni solucionar los problemas
o descubrir lo novedoso,
ni todo el oro del mundo
o la ética suprema.
Ni el conocimiento absoluto
o la salud que contenta,
ni la amistad más profunda
o mares, cielos y tierras.
No será el logro, el placer o la riqueza
lo que eleve nuestra nada a tus moradas supremas.
Estamos en Adviento y seguimos en la espera…
Sólo Cristo, Tú que vienes, podrás suavizar nuestras penas,
encender nuestras vidas
y dar plenitud a la tierra.
Bien dijo San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti”.
Eres el niño pequeño que nos espera,
el niño que está por nacer;
nos hiciste, Señor, para Ti,
y nuestra misión es llegar a Belén para contemplarte en el pesebre.
“Vamos pastores vamos, vamos a Belén,
a ver en ese niño la gloria del Edén”…
¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!
Busquemos el silencio en este tiempo de gracia, en este tiempo especial. Termino con unas razones para el amor del sacerdote Jose Luis Martín Descalzo:
“La Navidad, para mí, no es bulla, sino silencio. No es tiempo de máscaras y caretas, sino de quitarse todas las que la vida pegó a nuestros rostros. Hora de reencontrarnos con los mejores afectos, de sentirnos más hijos, de olvidar la lucha y las zancadillas…
La Navidad es el vértigo; el tiempo de la verdad desnuda: la hora de descender al fondo de nosotros mismos para reencontrarnos allí tal y como fuimos, verdaderos y niños, limpios de las rutinas que nos fue imponiendo la vida”.
VOCES EN EL TIEMPO
MARTHA MORENO
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