En este planeta en el que todos hablan y muy pocos escuchan, en el que la opinión sin fundamento tiende a ser altamente valorada, en el que una persona sólo por su fama es seguida sin importar hacia dónde vaya, vale la pena dirigir nuestra atención a aquellos que supieron escapar del ruido externo para encontrar sus dones únicos y ofrecerlos a Dios en un entorno tan necesitado de bondad. Somos presa del automatismo y de ese seguir a otros sin cuestionar. Vivimos apurados y sofocados por las exigencias de un siglo cargado de violencia, competencia y manipulación. Siempre tenemos prisa. La angustia es pan de cada día. Ya nada nos sorprende y las decepciones ante lo que ocurre alrededor se van acumulando llevando a muchos a la desesperación o también a la indiferencia y al aburrimiento.

¿Cómo contrarrestar estas fuerzas que nos mantienen anestesiados y nos impiden recordar que la verdadera felicidad está en el dar, en el servir y en el amar? ¿Qué nos puede ayudar a retomar ese “Camino a Casa” donde un Padre Amoroso nos invita a descubrir la belleza y la bondad en medio del caos en el que nos desenvolvemos? ¿Cómo recuperar todos esos valores que en otro tiempo salvaron al mundo y lo deben seguir haciendo? ¿Quién nos puede ayudar a recuperar la familia, la espiritualidad, la generosidad, la honradez, la integridad?

Hace mucho leí que el escritor y filósofo Unamuno propuso una nueva obra de misericordia: “despertar a los dormidos”. Nunca había entendido como ahora qué significaba ese estar dormido y por qué había que encontrar nuevos despertadores que movieran al hombre a salir de su letargo e idolatría del confort. Es curioso que ante la enorme posibilidad de hacer cosas maravillosas se prefiera el ser esclavos del consumismo, el hedonismo o el internet.   Actualmente es signo de alarma el ver tantas películas que tratan de “zombies”. Los zombies no piensan, no oran, y sólo  buscan su propio bienestar sin darse cuenta de que en realidad están muertos. Cada día los zombies se multiplican, las masas callan a los que quieren volver a los valores y muy pocas personas quieren adentrarse en su interior, conocerse realmente, descubrir a Dios en ellos y comprometerse con la verdad.

Buscando esos despertadores decidí titular este blog: Voces en el tiempo. La idea es compartir la vida de santos, conversos y justos que han dado lo mejor de sí al mundo para devolver la esperanza como requisito primordial en nuestra misión como humanos e hijos muy amados de Dios. Estas voces pueden perfectamente funcionar como despertadores. Son capaces de sacudir nuestra inercia y demostrarnos que sí se puede mirar de manera positiva a nuestro mundo reclamando la verdadera libertad que nos invita al bien y a la trascendencia.

Una primera imagen vino a mi mente y fue la del monje trapense y escritor Thomas Merton. Él pasaba gran parte de sus días en el bosque dedicado a la contemplación. Era ahí donde se veía invadido por voces de grandes santos, profetas, pacificadores o humanistas que lo invitaban a entrar en sus cantos que viajaban libres atravesando las fronteras del tiempo. Esas voces lo motivaban, lo hacían crecer, lo invitaban a compartir y a trabajar por lo que realmente valía la pena. Las voces lo interpelaban y le quitaban sus miedos. Las voces lo hacían feliz.

La segunda imagen es la de Abraham suplicando humildemente a Yavé que no destruyera la ciudad de Sodoma en atención a los justos que pudiera encontrar. Esa misión de encontrar a los justos me parece hermosa. ¿Qué pasaría si en lugar de detenernos a mirar el mal invitáramos a nuestros ojos a buscar al que hace el bien? ¿Y si muchos dedicáramos nuestros días a observar con atención cómo Jesús actúa en muchas personas? San Gregorio Magno veía ángeles en cada rostro humano.  Muchas veces las personas siguen en su patrón de hacer el mal porque nadie se ha detenido a ver la posibilidad de bien que existe en ellos. Las voces de los santos y de los justos nos pueden ayudar a encontrar el bien donde aparentemente sólo reina el mal.

Y por último, la tercera imagen la encuentro en un poema de Jorge Luis Borges que precisamente se llama: Los Justos. En ella dice que los que salvarán la tierra son personas que están ocultas, que nadie las reconoce pero que se dedican a cultivar su jardín, a agradecer la música, a hacer bien las cosas aunque no les gusten, a justificar a otros sin imponerse o juzgar, en pocas palabras, a ser promotores de paz en su simplicidad.

¿Por qué voces en el tiempo? Precisamente para despertar y animarnos a seguir en el privilegio de estar vivos. Los hombres y mujeres que aceptaron el llamado de Dios para ser otros Cristos son los que nos pueden ayudar a descubrir ese proyecto de Dios para este tiempo. Te invito a abrirte a estas voces en el silencio de tu interior donde se puede contrarrestar la ansiedad con la serenidad, la prisa con la paciencia y la fragmentación con la unidad. ¿Qué voz quisiera encontrar siempre? La voz de María.