Santo amigo Buenaventura:

Ángel seráfico pleno en la dulzura de Dios, tus elevaciones humildes en las esferas celestiales siembran en mí una ilusión.

Estos obsequios que diariamente entregaste a María me han movido por largo tiempo a seguir tu ejemplo.

En estos momentos escucho música medieval y me siento transportada a un tiempo donde los hombres se centraban en la gloria de Dios. Había verdad en ellos aunque fallaran. Hoy seguimos fallando pero la humanidad se ha alejado de la razón de su alegría, de su canto motivador, del alimento esencial.

Te saludo, noble San Buenaventura, te comparto el ardor que incendia mi alma y te invito a ser mi  maestro en el arte sublime y sencillo de “ser Jesús”. Tu Itinerario o Viaje de la Mente a Dios es en este instante mi fuente de inspiración.

Quiero simplificarme de tal forma que mi nada pueda ser alabanza para Dios y una flor para la Virgen.

Busco ser anawin, reconociendo que, siendo Dios mi dueño, nunca podré ser realmente pobre. Aún si me despojaran de todo podría seguir regocijándome en la mayor riqueza: hospedar a mi Jesús. Y esto superaría la posesión del universo entero.

Sigo en este camino suplicando rectitud de intención, pureza de corazón y humildad.

Me asombro ante realidades que deslumbran y quisiera transmitirlas en toda su infinitud. Por eso espero paciente…

Una música me sacude internamente y a través de notas me pierdo en el más transparente amor.

El destino del mundo se decide en un segundo y la caridad se instala por siempre en el alma de cada persona abrazada por el Todo Amor. Necesito y anhelo ver a la humanidad adorando.

Virtuoso Buenaventura: acompáñame a contemplar y a honrar a la Santísima Trinidad. Te ofrezco esta carta con mucho cariño y comparto una de las bellísimas plegarias que tú ofreciste a Jesús:

“Traspasa, dulcísimo Jesús y Seńor mío, la médula de mi alma con el suavísimo y saludabilísimo dardo de tu amor; con la verdadera, pura y santísima caridad apostólica, a fin de que mi alma desfallezca y se derrita siempre sólo en amarte y en deseo de poseerte: que por Ti suspire, y desfallezca por hallarse en los atrios de tu Casa; anhele ser desligada del cuerpo para unirse contigo. Haz que mi alma tenga hambre de Ti, Pan de los Ángeles, alimento de las almas santas, Pan nuestro de cada día, lleno de fuerza, de toda dulzura y sabor, y de todo suave deleite. Oh Jesús, en quién se desean mirar los ángeles: tenga siempre mi corazón hambre de Ti, y el interior de mi alma rebose con la dulzura de tu sabor; tenga siempre sed de Ti, fuente de vida, manantial de sabiduría y de ciencia, río de luz eterna, torrente de delicias, abundancia de la Casa de Dios: que te desee, te busque, te halle; que a Ti vaya y a Ti llegue; en Ti piense, de Ti hable, y todas mis acciones encamine a honra y gloria de tu nombre, con humildad y discreción, con amor y deleite, con facilidad y afecto, con perseverancia hasta el fin: para que Tú sólo seas siempre mi esperanza, toda mi confianza, mi riqueza, mi deleite, mi contento, mi gozo, mi descanso y mi tranquilidad, mi paz, mi suavidad, mi perfume, mi dulzura, mi comida, mi alimento, mi refugio, mi auxilio, mi sabiduría, mi herencia, mi posesión, mi tesoro, en el cual esté siempre fija y firme e inconmoviblemente arraigada mi alma y mi corazón”. Amén.

 

VOCES EN EL TIEMPO

MARTHA MORENO